Estamos volando con destino a Cabana, el presidente Alejandro Toledo regresa al lugar que dejó cuando tenía 5 años, y donde --asegura-se rebeló contra la pobreza y decidió que tenía que hacer algo para vencerla. La historia en adelante es conocida, por lo menos los últimos cinco años. Toledo ve todo ahora en retrospectiva. Habla alto, gesticula, repite las mismas palabras que los peruanos conocemos desde hace cinco años. Reflexiona sobre el poder, la familia, los amigos, sus errores, incomprensiones y frustraciones y hasta menciona a Zaraí. Pero hablar de logros, de cifras macroeconómicas, es su pasión. La autocrítica no es su fuerte, pero por lo menos lo intenta. Hay que aterrizar. ¿Cómo define el poder después de haberlo ejercido?El poder para mí es la enorme oportunidad de hacer realidad muchas ilusiones y sueños con los que bajé cargado de Cabana hacia Chimbote e inicié la ruta que me llevó a San Francisco, Stanford, al Banco Mundial, a las Naciones Unidas, a Harvard, a París, a Tokio, es el privilegio de poder hacer realidad muchos de mis sueños e ilusiones. Segundo, (silencio). Lo que más me ha gustado del poder es poder salvar vidas y no voy a contar, pero tengo guardado en una caja fuerte, en mi corazón y en mi mente, el haber podido salvar 58 vidas de individuos muy concretos. Ese es el poder para mí.