En los últimos días, los candidatos a la Alcaldía de Lima por Perú Patria Segura (PPS) y Perú Libertario (PL), Renzo Reggiardo y Ricardo Belmont, respectivamente, han añadido un penoso ingrediente al coctel de circunstancias que determinan que el proceso electoral que culminará el próximo domingo 7 de octubre sea visto con desinterés y hasta desdén por una importante porción de los vecinos de la capital. Son responsables de esa situación, desde luego, tanto el hecho de que el foco de la atención política esté centrado en el pulseo entre Ejecutivo y el Legislativo por las reformas pendientes como la ausencia de planteamientos novedosos y persuasivos entre los aspirantes al sillón municipal provincial. La sensación que prima, de hecho, es la de que existe una pléyade de candidatos a ese cargo, pero con intereses distintos a los de proveer a la ciudad un buen gobierno. Ya sea porque quieren sacarle brillo a la etiqueta partidaria que representan o porque resulta la mejor manera de prestarle un aspecto de persecución política a cualquier proceso judicial o de investigación en el que pudieran estar inmersos, muchos de los postulantes se han lanzado a competir en una justa que saben imposible de ganar.