La postergación, por el Congreso Estadounidense, del debate del Acuerdo de Promoción Comercial Perú-EE.UU. (llamado comúnmente TLC) es ciertamente una noticia inesperada que debemos asimilar con realismo y ponderación. Los peruanos debemos entender que no se trata de una negativa definitiva sino de una dilación temporal que obedece a la delicada coyuntura electoral en el país del norte.Claro que hubiera sido preferible que la administración toledista cerrara su gestión con este logro, para lo cual ha hecho denodados esfuerzos reconocidos dentro y fuera del Perú. Sin embargo, ha sido una decisión de los representantes estadounidenses, sobre todo de algunos demócratas, que prefieren tratar luego de los comicios de noviembre un asunto que el Ejecutivo estadounidense --y en particular el presidente George Bush--considera prioritario en su agenda política.En todo caso, hay otros elementos de juicio positivos por considerar, como la voluntad de un grueso número de senadores y representantes de los comités involucrados y del pleno de dar luz verde a este tratado. Así se ha evidenciado en las sesiones de estos días y en las simulaciones de voto que se acostumbra en el Capitolio.No existen, pues, problemas de fondo con el tema, lo que es importante destacar. Es más, según lo ha informado el jefe del Gabinete, Pedro Pablo Kuczynski, ante la postergación formal se ha abierto la posibilidad --impensada hasta ahora-- de una solución temporal, como podría ser la prórroga excepcional del ATP-DEA (tratado de preferencias arancelarias andinas). Esto debe dar un respiro a los miles de empresarios peruanos que exportan sus productos mediante ese instrumento y dan trabajo a cerca de un millón de ciudadanos, que cifran sus esperanzas en el TLC. Este es el objetivo final que no se puede perder de vista. El nuevo Gobierno aprista debe tomar seriamente la posta para lograr el definitivo y feliz punto final del TLC. Para ello, como también ha sugerido PPK, debe designarse a un embajador en Washington que esté familiarizado con el debate y la negociación, y a un ministro de Comercio Exterior que asuma el asunto como una causa nacional de la que depende nuestro desarrollo comercial y económico.(Edición sábado).