Dos marchas contra el Congreso en menos de una semana no son poca cosa. Es cierto que han sido eventos más aparatosos que multitudinarios, pero de cualquier forma, lo ocurrido en el Centro de Lima el jueves 31 de mayo y el martes 5 de este mes no puede ni debe pasar desapercibido. Para empezar, porque el saldo –15 personas detenidas, un auto policial incendiado y enfrentamientos entre las fuerzas del orden y algunos piquetes violentos dentro de los manifestantes– es alarmante. Pero también porque las movilizaciones en cuestión entrañan un mensaje antidemocrático que parece estar ganando adhesiones más viscerales que reflexivas y que hace falta denunciar. Si se recogen las consignas coreadas en distintos momentos por quienes participaron en cada una de las dos marchas, resulta evidente que la motivación tras ellas no era unánime: unos lanzaban diatribas contra la prensa; otros, contra el ‘gasolinazo’; y muchos, contra recientes gastos del Legislativo que han sido vistos como superfluos.