Tras muchos intentos de evitarla y otros tantos de postergarla -todos atribuibles al gobierno, hay que decirlo- la Comisión Lava Jato se reúne hoy finalmente con el presidente Kuczynski, en medio de una expectativa más relacionada con la anécdota del choque entre dos fuerzas políticas en tensión que con lo que pueda salir en claro del intercambio. Mucha agua ha corrido, efectivamente, bajo el puente desde que, en octubre del año pasado, el jefe del Estado anunciara su intención original de no recibir a la referida comisión parlamentaria y responder a sus interrogantes solo por escrito. "Es un circo. La vez pasada que acepté reunirme con una comisión […], los invité a Palacio, vinieron todos y fue una recatafila de insultos espantosos", dijo en aquella oportunidad, agregándole a la negativa matices de agresión que hoy seguramente lamenta. Dos meses después, sin embargo, conocida la relación de su empresa Westfield con Odebrecht mientras él era ministro del gobierno de Alejandro Toledo y planteada la primera iniciativa de vacancia presidencial, el apremio lo llevó a cambiar de postura. "He tomado nota del sentir ciudadano mayoritario […] y creo necesario informarles que he decidido reunirme con la comisión", dijo el 13 de diciembre en un mensaje a la nación. Pero la votación de la moción de vacancia en el pleno desplazó la urgencia de tal reunión a un segundo plano. Y luego, la atmósfera política desatada por el resultado de la votación y la posterior concesión del indulto a Alberto Fujimori permitió que el año terminase sin que la reunión -planteada tentativamente para el 22 de diciembre- se produjese y sin que se escucharan muchos reclamos al respecto. Salvado ese trance, no obstante, lo lógico habría sido que el propio presidente fijara una nueva fecha para la cita. Pero eso no ocurrió. PPK decidió postergarla hasta que Jorge Barata hubiese declarado ante los fiscales peruanos. "Yo quiero estar absolutamente seguro de que él va a decir cosas que son la verdad", fue la desconcertante explicación que dio para ello, el 3 de febrero. Y una vez más provocó una sensación generalizada de que temía el encuentro. Mientras tanto, el discurso de algunos de los integrantes de la Comisión Lava Jato acerca del pendiente testimonio del mandatario no ha sido tampoco precisamente aséptico. Sus ‘invocaciones’ a ser recibidos por él han semejado a veces más el reto a un enfrentamiento que la firme insistencia en el cumplimiento de un compromiso fundamental para la salud democrática del país. Y la convicción que manifiestan a propósito de la responsabilidad del mandatario en los hechos que la cita supuestamente pretende esclarecer sugiere que para ellos esta constituye en esencia un ritual requerido por las leyes por el que hay que pasar para luego proceder a lo inexorable.