A escasas dos semanas de 28 de julio es oportuno hacer un balance preliminar del gobierno toledista. Ante todo, hay que subrayar su firmeza para preservar la institucionalidad y los principios del sistema democrático y, dentro de ello, el respeto irrestricto a la libertad de expresión, a pesar de la férrea fiscalización mediática a la que ha estado sometido. Este es un logro fundamental que el nuevo régimen debe continuar.Otro aspecto destacable del toledismo es la estabilidad y el crecimiento económico sostenido. Nunca en la historia republicana se ha producido una transferencia en la que el nuevo gobierno recibe un país con reservas internacionales por 14 mil millones de dólares, exportaciones por 16 mil millones de dólares y la inflación más baja de la región.Adicionalmente, saludamos la coordinación con el Congreso para ratificar el trascendental TLC con EE.UU. --a pesar de la crítica ciega de un grupúsculo vocinglero-- así como otras leyes cruciales como la de partidos políticos. Y, también con el Congreso, abrió vías para importantes reformas constitucionales, como el cierre de la ley 20530 (cédula viva), que puso fin a un sistema obsoleto, inequitativo y sumamente oneroso para el Estado.A pesar de estos logros, queda, sin embargo, mucho por hacer para afirmar el crecimiento macroeconómico y hacer que este sea percibido en los bolsillos de los millones de peruanos sumidos en la pobreza. Sin entrar en el puntillismo de la cifras, la pobreza ha disminuido pero quizá no en el nivel que todos esperábamos. Otro asunto crucial, que debe retomar con urgencia el gobierno aprista, es el de la reforma del Estado. Claro que saludamos el anuncio de que no prevalecerá el carnet aprista para designar puestos públicos, pero la reforma pendiente implica mucho más: entre otros la revisión del escalafón y del sistema de remuneraciones, la introducción de la meritocracia y la calificación para mantener y atraer a cuadros eficientes. De lo que se trata, finalmente, es de modernizar el Estado para que pueda servir mejor a los ciudadanos, limitándose a las funciones subsidiarias y reguladoras que le corresponden, así como a promover la inversión privada. Todo esto implica relanzar seriamente el sistema de concesiones, principalmente para construir la infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria que el país demanda para comunicar a los peruanos entre sí y posibilitar el dinamismo económico. Asimismo, urge promover la inversión en electrificación rural.La modernización del Estado es también una condición indispensable para abordar eficazmente la reforma educativa, que ha sido saboteada por falta de voluntad política de los gobiernos y por la intransigencia del sindicato extremista e ideologizado de maestros. E , igualmente, sin un Estado transparente será difícil captar donaciones para promover la cultura y el deporte.Hay más asuntos pendientes que reclaman atención preferencial: la descentralización, que no puede reducirse a la departamentalización; el acceso mayoritario al agua y desagüe; la cobertura y calidad de la salud; y el clamor por eficaz seguridad ciudadana.Se avanzó mucho en estos cinco años y se deja un país con relativa estabilidad. Pero, debido a la hondura de los problemas que vienen de mucho atrás, es mucho lo que resta por hacer. No hay tiempo que perder: hay que afirmar las bases del Estado de derecho y construir consensos sólidos para enrumbar al país por la ruta del desarrollo que incluya a todos los peruanos.