En la jerga venezolana, la voz ‘pana’ tiene un sentido bastante similar al que le damos a la expresión ‘pata’ en el Perú. Es decir, amigo íntimo, compinche, camarada. Y así es como la izquierda local, más allá de sus matices, ha entendido siempre y, al parecer, sigue entendiendo su relación con el tirano Nicolás Maduro.Frescas están todavía en la memoria las contorsiones retóricas de la actual lideresa de Nuevo Perú (NP), Verónika Mendoza, durante la campaña presidencial del 2016 para no condenar a la dictadura chavista ("No es una dictadura porque no hubo golpe de Estado"), así como las resonancias estalinistas del saludo del congresista Manuel Dammert a la violenta mojiganga electoral con la que el régimen de Maduro impuso a mediados del año pasado una ‘Asamblea Constituyente’ a fin de suprimir la Asamblea Nacional y su mayoría opositora legítimamente obtenida en las urnas. Según el parlamentario, aquello fue "una jornada en la epopeya democrática de un pueblo por su libertad, la soberanía y la paz".Y la máxima distancia que llegaron a tomar algunos otros representantes de NP al respecto fue decir: "Sobre Venezuela no tenemos consenso".No se puede olvidar tampoco la actitud del Frente Amplio (FA) cuando, en agosto de 2016, el Congreso se disponía a recibir la visita del líder opositor Henrique Capriles y todas las otras bancadas se unieron para aprobar una moción "en resguardo de las libertades y derechos del pueblo venezolano". El FA -que entonces comprendía tanto a los legisladores que actualmente se identifican con esa denominación como a los que luego se apartaron para formar la bancada de NP- optó, en cambio, por presentar una moción distinta en la que, lejos de hacer mención alguna a la persecución política, atropellos a los derechos humanos y hostigamiento a la prensa que caracterizaba y caracteriza al gobierno de Maduro, hablaban de una "compleja situación política, económica y humanitaria".Para dar una idea del doble rasero implícito en ese inocuo pronunciamiento, cabe recordar el comunicado que esa misma bancada publicó con ocasión de la visita al país del presidente de la República Popular China, Xi Jinping, en diciembre del 2016, y ante la decisión del Legislativo de concederle la Medalla de Honor del Congreso. Denunciaron en ese documento "la preocupación que generan las conocidas denuncias de violación de derechos humanos del Gobierno Chino; y lo hicieron con razón pero en abierto contraste con la vista gorda que practicaron cuando de censurar al régimen chavista por los mismos motivos se trató.Resultó claro entonces, como tantas otras veces, que, por cuestiones de sintonía ideológica, la izquierda peruana tiene villanos favoritos. Como por ejemplo, el sanguinario mandamás de la satrapía cubana, Fidel Castro (al que despidieron también con una moción en la que lo llamaban "líder de talla mundial"), o el tirano caribeño que ahora nos ocupa.Toda esta reflexión viene a cuento en estos días porque la posibilidad de que Nicolás Maduro llegue al Perú para la Cumbre de las Américas, que se celebrará aquí en abril, ha motivado que cuatro bancadas -las de Fuerza Popular, Peruanos por el Kambio, Acción Popular y el Apra - firmen una moción pidiendo que se declare al dictador venezolano ‘persona no grata’, generando una sintomática reacción en sus valedores de siempre.Si bien es improbable que, por incómodo que se sienta con la visita, el Gobierno Peruano provoque un incidente diplomático de esas dimensiones, desde todos los sectores de la izquierda organizada han salido con presteza a batirse por su ‘pana’. Desde Gregorio Santos, quien hace poco declaró que "es lindo Venezuela y su lucha indesmayable contra el imperialismo" (sic) y ahora ha anunciado que buscará reunirse con Maduro "para conocer sobre sus procesos de cambio" en América Latina, hasta el congresista del FA Hernando Cevallos, quien ha clamado: "Si no viene Maduro, que tampoco venga Trump". Esto sin olvidar, por supuesto, al parlamentario de NP Alberto Quintanilla, para quien la referida declaración de ‘persona no grata’ estaría "trasgrediendo los principios de las relaciones internacionales".No deja de sorprender la poca consciencia que tienen del costo que todo esto les acarrea. Pero, bueno, la economía, como se sabe, nunca ha sido uno de sus fuertes.