La madurez, el respeto y ecuanimidad son virtudes que se deben practicar día a día, en situaciones ordinarias. Reuniones sociales, ambientes de trabajo o comidas familiares son ocasiones comunes en las que no falta oportunidad para revelar civilidad y empatía. Pero es en las circunstancias difíciles e importantes -una inesperada pérdida de empleo, una muerte cercana- en las que el verdadero carácter se revela y las cosas toman un giro distinto, para bien o para mal. Lo que sucede a nivel personal en este sentido no es muy diferente al funcionamiento de la vida política de los países. Más que en cualquier otro momento, es precisamente en las condiciones adversas e imprevistas en las que se hace absolutamente indispensable que los líderes políticos estén a la altura de las circunstancias y demuestren temple, tino y madurez.