CENSURA PERDIDA
25 de noviembre de 2004

La coalición congresal que llevó a Antero Flores Aráoz a la presidencia del Legislativo perdió una oportunidad de oro para darle al gobierno el zamacón que el Ejecutivo necesita para que, al menos, en el año y pico de mandato que le queda se preocupe por actuar con responsabilidad y, de esa manera, desmonte la herencia que nos va a dejar, la de un país devastado institucionalmente, sin principio de autoridad y con la sensación de que el crecimiento económico no pasó de ser una casualidad feliz de una coyuntura internacional favorable.Sin duda, no todos los ministros merecen irse. Hay algunos, inclusive, que no le deben su inoperancia a sus propias incapacidades, sino a la irreversible indolencia presidencial para tomar decisiones prontas y precisas. Pero una censura al premier Ferrero hubiera supuesto un serio llamado de atención a un gobierno que no parece estar respirando el rumor de la calle, el creciente malestar popular, la paulatina indignación ciudadana.¿Se hubiera desestabilizado la democracia si la censura prosperaba? ¿Habrá algún tonto que realmente crea eso? Simplemente obligaba al gobierno a recomponer un gabinete, eventualmente mantener a algunos ministros y, especialmente, poner las barbas en remojo sobre la grave situación social que sufre el país.La impresión general que proyecta el régimen es que cada ministro hace lo que quiere o finalmente puede, sin orden ni concierto, con un Presidente que lo único que quiere es durar como sea hasta el final de su mandato, alborotando lo menos posible el cotarro.El problema es que en ese trance, Toledo se está llevando abajo la credibilidad de todo el establishment político. Eso parecen tenerlo muy en claro todos los líderes de oposición. Así lo dicen todos al menos. ¿Por qué entonces la defección de una agrupación como Unidad Nacional? ¿Ingenua pretensión de parecer una oposición responsable, sin darse cuenta que eso suena a complicidad más que a visión de Estado en estos momentos?El gobierno quiere "huevear" (nuevamente acudimos al peruanismo político inventado por Alan García) a la oposición. Lo terrible es que ésta se deje y no reaccione, afirmando con gestos, acciones o protestas su posición y expresando, de esa manera, la sensibilidad popular. Es evidente que el gobierno no representa la opinión pública. Pero también lo es que la oposición -o una parte de ella- está bastante lejos de hacerlo, señala el director de Correo, Carlos Tafur.