DE LA JARANA SOMOS SEÑORES
28 de junio de 2006

Ningún otro gobierno como el actual convirtió su despedida en una serie tan amplia de entrega de condecoraciones y ceremonias en las que se ofrecen distinciones que probablemente sean -en algunos casos- justificadas, pero que, en conjunto, acaban reforzando la imagen de frivolidad del régimen del presidente Alejandro Toledo.Las órdenes que se otorgan en el país -'El Sol del Perú' y 'Al mérito por servicios distinguidos'- tienen un sentido real: premiar las acciones extraordinarias prestadas a la patria y reconocer a quienes se hayan distinguido por su contribución al prestigio nacional. Una nación debe ser agradecida con los que, en diferentes actividades, forjan su grandeza, y dichas condecoraciones son una manera de hacerlo.Pero cuando estas se empiezan a repartir a diestra y siniestra sucede -como con la moneda que se emite en exceso y acaba promoviendo la inflación- que se devalúan e incluso pierden valor.En algunos casos se han otorgado a personas que recién empiezan su gestión en un cargo público y todavía deben, por tanto, demostrar su valía. En otros, a quienes simplemente cumplieron con su trabajo. Y en ciertas ocasiones se ha condecorado a funcionarios -como la fiscal de la Nación- que sería mejor que guardaran una distancia prudente respecto de otros funcionarios a quienes podrían estar investigando en el futuro. ¿Un collarcito para que me recuerdes con cariño?El mal ejemplo cunde. Tan extendida está la costumbre del autobombo que se llega a casos insólitos como el del presidente regional de Piura -ojo, presidente electo, es un 'compañero'-, que se acaba de mandar a hacer un busto en su honor con recursos del canon petrolero (ver página 17). Y después critican al SNIP, la entidad que debe evitar estas aberraciones presupuestales.Lo peor de todo, sin embargo, es que, ante el ciudadano común y corriente, el conjunto abundante de condecoraciones y celebraciones mella la necesaria imagen de austeridad que debe proyectar un gobierno, y le da un lamentable aire circense al final de este lustro político. De la jarana somos señores, señala el director de Perú 21, Augusto Alvarez Rodrich.