Algunas voces alarmistas denunciaron la semana pasada que el actual gobierno dejaría al próximo algunas bombas de tiempo. Pero salvo algunos puntuales márgenes de dispendio, mala administración e incapacidad de gasto --temas todos corregibles--, el crecimiento económico va viento en popa e, incluso, según analistas nacionales y extranjeros, el Perú podría gozar este 2006 de un saludable superávit fiscal, después de ocho largos años de déficit.Como revela el Indicador Económico de El Comercio, el país alcanzó en mayo último un nuevo máximo histórico, gracias al crecimiento de la inversión privada, la corrección en la inflación y la reducción del riesgo-país, entre otros factores. Los alentadores índices de la macroeconomía y el buen intercambio comercial logrados en los últimos años han permitido incrementar los ingresos del fisco y reducir la brecha con los gastos y las necesidades de endeudamiento público. Asimismo, tampoco se pueden desconocer los efectos del aumento de las exportaciones y de la recaudación de impuestos para la caja fiscal.Ante esto lo que se requiere es que el nuevo gobierno y sus principales voceros revaloren el escenario que están recibiendo: es decir, un país con las cuentas en azul y cifras macroeconómicas óptimas. Después de varias décadas en su historia, un gobierno entrega las cuentas saneadas al sucesor , así como un país con un crecimiento cercano al 7% del PBI y un déficit fiscal controlado; anímicamente preparado para dar el salto hacia el desarrollo. En segundo lugar, es indispensable que el nuevo gobierno reconozca que los logros alcanzados en los últimos años se deben, entre otros factores, a la confianza que el modelo económico generó en los diferentes agentes productivos y financieros, dentro y fuera del país. Desde esa perspectiva, la confianza se convierte en un activo de enorme importancia que debe cautelarse a través de un buen manejo de la economía y de las finanzas públicas. Haría bien el nuevo gobierno en no subestimar la actual gestión financiera y económica actual, y más bien reconocer sus reales virtudes. Las cifras están a la vista de todos y sería mezquino desviar la mirada del saldo en azul que deja el régimen del presidente Alejandro Toledo.