Tras algo más de trece meses, la gestión de Fernando Zavala al frente de la Presidencia del Consejo de Ministros ha terminado de forma un tanto abrupta. De acuerdo con la encuesta nacional de Ipsos divulgada este domingo, su nivel de aprobación (23%) no era como para alegrarse y el de su desaprobación (54%) más bien sí para preocuparse, pero tampoco se trataba de cifras que no hayan exhibido antes otros primeros ministros que duraron más que él en el cargo. Zavala, pues, se ha ido por una circunstancia política. Precipitada por él mismo, es cierto; pero que al mismo tiempo se ofrecía como la única salida posible a un entrampamiento que ya hemos comentado en este Diario , y que le ha granjeado al Ejecutivo la posibilidad de contrarrestar los afanes censuradores del Congreso en el futuro. Así las cosas, es probable que la versión sucinta que la memoria pública guarda del paso de cada titular de la PCM por el poder diga que fue un técnico competente y honesto al que una oposición menos razonable que rabiosa le impidió rendir todo lo que se esperaba de él. Ahora que tenemos fresca la imagen de su gestión, conviene entonces preguntarse por la eventual veracidad de un juicio así.