El hecho de que la huelga magisterial que se viene desarrollando en varios lugares del país no solo es alentada por reclamos gremiales es ampliamente conocido. Existen también tras ella propósitos políticos, tanto en lo que concierne a la disputa entre distintos sectores del profesorado por el control del sindicato que los representa -el Sutep- como en lo que respecta al avance de cierto tipo de ideas con miras a una conquista del poder que no por remota es perseguida de modo menos recalcitrante. Dos noticias divulgadas el último domingo, sin embargo, han venido a recordarnos las graves implicancias de esta segunda dimensión de la protesta. Por un lado, hemos sabido que el Ministerio del Interior ha detectado que varios de los dirigentes que impulsan la huelga se encuentran dentro del grupo de los 4.819 maestros que han firmado planillones para que el Movadef, conocida organización de fachada de Sendero Luminoso, pueda ser inscrito como partido ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE).Y por otro, en un informe de “Cuarto poder”, hemos escuchado a la asesora de un congresista de la República dirigirse a los asistentes a una reunión de dirigentes y delegados del Conare–Sutep (también de notoria proximidad con el Movadef) en los siguientes términos: "Miren, compañeros, nuestro enemigo de clase es muy poderoso, toda la derecha con un aliado principal, que es Patria Roja".Quien así habló fue la ex secretaria general del Sute XII Sector, Armida Huerta, y el parlamentario al que ahora ella asesora es Edilberto Curro, del Frente Amplio (FA). La cita en la que tuvo lugar la proclama, por otra parte, se produjo el 15 de julio pasado, con el objeto de dar a conocer a los concurrentes el ‘impulso’ que el despacho del legislador está dando a la huelga.El problema en este caso, como es obvio, deriva del contexto ideológico que supone la expresión ‘enemigo de clase’. A saber, el de la lucha de clases que propugna el marxismo-leninismo y uno de sus instrumentos más habituales: la lucha armada.Y lo comprometedor de la situación ha sido puesto en evidencia por la forma en la que tanto Huerta como Curro reaccionaron cuando el periodista que realizó el informe los confrontó con el giro. Mientras que la asesora se enredó en elaboraciones del tipo "es un discurso, [y] dentro del discurso sale esa parte" o en intentos de equiparar al ‘enemigo de clase’ con el adversario en un partido de fútbol, el congresista balbuceó: "No consideramos ‘enemigo’, pero de repente la persona se refiere a esa situación de que esta dirigencia prácticamente no representa al magisterio".¿Queda claro? Pues ciertamente, no. Lo único que resulta meridiano es que ninguno de los dos quiere hacerse cargo del sanguinario fantasma que la expresión evoca: el del terror y la muerte que sembró Sendero Luminoso en las décadas del ochenta y el noventa en su ‘guerra popular’ contra aquellos a los que consideraban sus ‘enemigos de clase’ (en buena cuenta, cualquiera que no pensara como ellos).Mal que les pese, sin embargo, la asociación es inevitable. No solo por los específicos vínculos con el Movadef ya mencionados, sino también por los vasos comunicantes de naturaleza ideológica que un discurso como el que comentamos establece.¿Puede el FA desentenderse de esa conexión con un simple trabalenguas como el pronunciado por el parlamentario Curro y manteniendo a la señora Huerta en su nómina (ella también postuló al Congreso por esa organización en las elecciones del año pasado)? No lo creemos. Necesitan hacer un deslinde terminante, si no quieren que el halo de la complacencia frente a la violencia terrorista los persiga para siempre.Y en cuanto a la huelga magisterial, dejar que se manifieste con toda nitidez quiénes de sus promotores están tras un reclamo auténticamente gremial y quiénes, en cambio, están dispuestos a perjudicar a los alumnos con el objetivo de acometer su peligroso discurso político. Es decir, quiénes son enemigos de las clases.