La denuncia peruana ante la OEA, contra la malhadada injerencia del presidente venezolano Hugo Chávez en nuestro proceso electoral, no puede pasar de- sapercibida y merece ser evaluada objetivamente, sobre todo ahora que ya concluyó el proceso.De la OEA, con los antecedentes formalistas y declarativas que la caracterizan, no podía esperarse mucho. Si bien la posición peruana fue firme y abundante en argumentos, contra una intromisión prohibida por la Carta Democrática, finalmente primó la tradición laxa y poco afecta a sancionar, a pesar de la reincidencia de Chávez. Sin embargo, se logró, sí, por lo menos llamar la atención sobre los intolerables excesos de un transgresor tan flagrante como el mencionado.Debemos destacar el trabajo de nuestra cancillería para poner en evidencia, internacionalmente, a quien pretende jaquear y someter a otros gobiernos en función de sus designios autoritarios y hegemonistas. Ya lo hizo en Bolivia y pretendía hacerlo en el Perú apoyando a Humala, de quien hubiésemos esperado una mayor firmeza para deslindar con el proyecto chavista.Por lo mismo, concluido el proceso electoral, el Perú no puede perder de vista las amenazas de Chávez. Si bien el presidente electo Alan García ha adoptado una posición diplomática, para echar agua fría al tema, del otro lado el Gobierno y los servicios de inteligencia deben estar muy alertas para investigar, detectar y denunciar cualquier intento desestabilizador, promovido o financiado por el ex coronel golpista Chávez, tanto dentro como fuera de nuestro territorio.