Si quitamos la carga ideológica excesiva que existe en las discusiones políticas, asumiremos la coyuntura y el largo plazo con realismo. Al final mucho se habla de neoliberalismo cuando en verdad en la mayoría de países del mundo no hay modelos puros, lo que existe es una economía mixta. Así, muchos gobernantes proponen "erróneamente" el enfrentamiento contra el sistema, pero a la larga terminan socavando las bases institucionales más profundas de su propia nación, sin darse cuenta que el retroceso o el tiempo perdido jamás podrá ser recuperado por sus gobernados.El buen rumbo del país consiste en generar confianza y, a la vez, proyectar las reformas necesarias en un marco de estabilidad, sin políticas que produzcan incertidumbre. Construir una imagen de país resulta difícil y se hace en el largo tiempo. En cambio, borrar la imagen ganada puede ser tan sencillo que los inversores, al observar cualquier desdibujamiento inicial, verán un mal presagio de problemas mayores.La inserción en la economía global, las relaciones comerciales con el exterior, todo eso cuenta para el buen rumbo de una nación. El mundo actual necesita cada vez más estadistas y líderes, cuyas actitudes, buenas maneras y sentimientos permitan proyectar predictibilidad en los actores económicos y credibilidad en su población. La construcción de la democracia y la institucionalidad es cosa seria. La historia nos ha enseñado que los experimentos con nuevos modelos -donde el autoritarismo es el ingrediente principal- termina arrastrando a la economía hacia el clientelaje, el mercantilismo y la corrupción. Aquellos países que se dan el lujo de maltratar a la oposición, cerrar sus medios de comunicación o enfrentar irresponsablemente a los Estados vecinos, sólo conseguirán mellar el derecho de sus ciudadanos a una vida mejor.La democracia tiene instrumentos que le permiten corregir sus bemoles, pues no se ha descubierto en los últimos doscientos años de historia mejor sistema que el democrático. Cuando un país tiene una reducida capacidad de ahorro, baja calidad de la inversión, una pobre infraestructura, pocas industrias, mala redistribución de la riqueza, o concentración económica en las principales ciudades, casualmente debe buscar por todos los medios estimular los cambios desde dentro de la democracia, proscribiendo el encono y la violencia física o verbal, ya que este tipo de remedio puede ser peor que la enfermedad.De manera que los conductores de un país tienen que tener características que se ajusten a una formación democrática cabal, a los principios, al respeto del ciudadano que discrepa con él, puesto que con enfrentamientos alentados desde el podio presidencial sólo se logrará que los ciudadanos se enfrenten unos contra otros, se deshermanen y se coloquen en bandos muchas veces irreconciliables. Y este rumbo negativo es el que el país no merece.(Edición domingo).