En tiempos mejores, la reunión anual de planificación de Odebrecht era un gran acontecimiento que duraba varios días en exóticos hoteles cinco estrellas para cientos de directivos y sus familias.En estos días ya no hay alojamientos elegantes, no hay cenas lujosas y absolutamente ninguna esposa o hijos. Cuando los ejecutivos se reunieron en la sede central del conglomerado en Salvador, Brasil, a fines del 2016, sus directivos se habían reducido a cerca de la mitad. Cinco de los directores ausentes estaban en la cárcel o bajo arresto domiciliario como parte de la investigación sobre corrupción más grande de la historia de Brasil; otros 72 estaban negociando acuerdos judiciales por acusaciones de que la compañía pagó sobornos para ganar lucrativos contratos de construcción y luego infló los costos. El resto fue víctima de la peor recesión de Brasil en al menos un siglo. Para los que quedaron, solo hubo un tema en la agenda: supervivencia.En la reunión de mediados de diciembre, la organización trazó un plan para enfocarse en solo dos sectores de negocios:la división de construcción y el productor petroquímico Braskem SA que, en conjunto, representan 84% de los ingresos del grupo, según tres personas con conocimiento directo del plan estratégico multianual de Odebrecht.