El derecho al pataleo y a la protesta, lo hemos dicho varias veces, no está prohibido en nuestro país. Por el contrario, hoy más que nunca cualquier ciudadano puede disentir libremente, claro está, sin afectar a los otros.Después de todo, los derechos de uno terminan donde comienzan los de los demás.El problema es que a veces la protesta violenta se disfraza de democracia para encubrir radicalismos partidarios que responden a motivaciones distintas a las sociales, que se dice defender. El Partido Comunista-Patria Roja, por ejemplo, acaba de quitarse la careta para reconocer que maneja por lo menos a unos 15 grupos, protagonistas de las últimas marchas, toma de locales y bloqueo de carreteras que se han producido en el país.Habrá que preguntar quién más se esconde tras esos desbordes que ocasionaron 854.188 horas/hombre perdidas (enero-noviembre 2003). En tanto, Patria Roja ha demostrado lo que sucede cuando se usa la democracia como parapeto de conflictos que solo le hacen el juego a los rezagos terroristas y a otros grupos interesados en crear la zozobra en el Perú.