En estos días, el presidente Kuczynski acaba de culminar una ronda de diálogos con los representantes de las distintas fuerzas políticas presentes en el Parlamento: una práctica siempre positiva en toda democracia civilizada. En la actual coyuntura, además, la reunión con la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, había devenido indispensable, pues la mayoría que la bancada de su partido ostenta en el Congreso determinaba que la creciente hostilidad entre esta y el oficialismo se tradujera en un conflicto general entre el Ejecutivo y el Legislativo. Ello, sin perjuicio de las recientes provocaciones del presidente, que ameritan un comentario aparte. (…) Por imprescindible que resulte para la convivencia en democracia, el diálogo no es un plan de gobierno y, sin embargo, las administraciones que de pronto se quedan sin ideas y sin oxígeno político frecuentemente tratan de hacerlo pasar por eso mismo. Lo vimos, por ejemplo, durante el quinquenio pasado, cuando tras dos coyunturas que habían producido sendas crisis de Gabinete, el humalismo inició rondas de contactos con las otras fuerzas políticas que no tenían un fin claro y, en última instancia, no se materializaron en nada importante.