Aunque no llenó todas las expectativas ciudadanas, el debate presidencial fue un ejercicio democrático que permitió conocer, al menos esquemáticamente, un poco más de la personalidad y las principales propuestas de quienes pretenden acceder a la conducción del Estado.Antes de entrar al fondo del asunto, debemos lamentar la impuntualidad del candidato de UPP --una inaceptable falta de respeto--; y, peor aún, la matonería de su desbocado vocero Daniel Abugattas, todo lo cual contrasta con la ponderación y buen criterio del moderador Augusto Álvarez, director de "Perú 21". En cuanto a Abugattas, se lanzó a amenazar, insultar soezmente y atacar a policías y periodistas que solo cumplían su labor. ¿Es que nadie en su partido puede llamarlo al orden, a sabiendas de que es un reincidente violentista? ¿Si así se comporta ahora, cómo sería en una curul de congresista? La prensa debe estar atenta y denunciar estas intolerables conductas para que sean sancionadas de modo ejemplar en los ámbitos correspondientes.Llama también la atención, y rechazamos, la inoportuna y sospechosa intromisión de personajes como Fujimori y Montesinos, lo que no puede ser casual. La ciudadanía debe estar advertida: personajes como estos, sin autoridad moral, no pueden seguir manipulando nuestra democracia para enjuagar sus imágenes o servir a sus abyectas estrategias.Sobre el debate en sí, por un lado hubo coincidencias esperanzadoras, como en la inclusión social, básica para superar la fragmentación social y el atraso histórico de muchos. Pero, de otro lado, no hubo mayor explicación sobre el financiamiento de algunas iniciativas, a todas luces demagógicas, como la de rebajar los combustibles. Y no se trata solo del formato del debate, con tiempos muy cortos, sino de la escasa voluntad de ahondar en el cómo, lo que hubiera inyectado más realismo al encuentro.Las diferencias más acusadas se centran en asuntos como el de reformar la Carta Magna a través del Congreso (Apra) o convocar a una Constituyente (UPP); en la promoción o rechazo a la inversión privada extranjera; en la adherencia al mercado competitivo o al estatismo interventor y controlador de precios; en la manera de abordar la seguridad ciudadana, con mayor énfasis en los gobiernos locales o en el sector interior unificado, etc.En general, puede decirse que García se mostró más mesurado y seguro, aunque dejó vacíos preocupantes que, por el bien del país, tiene que deslindar en los próximos días, por ejemplo en el tratamiento que debe merecer el ex asesor Montesinos. Del lado de Humala, contra lo que se pensaba, no se ha sacudido de sus poses violentistas, lo que no se limita solo a los puyazos verbales sino a una actitud confrontacional y extremista, en la que se pierden los grises necesarios no solo para ganar votos sino para lograr la reconciliación nacional y los consensos en un eventual gobierno. Esperemos que en los próximos días, sobre todo en el anunciado debate de los equipos de gobierno, puedan cubrirse vacíos y detallarse propuestas. Los peruanos tenemos derecho a saber a qué nos enfrentamos y a decidir nuestro voto no por el menos malo sino por quien nos convenza, con su personalidad y sus programas coherentes, que puede catapultarnos como país y promover inversión, inclusión, educación, empleo y seguridad para todos.