Resulta difícil explicar el todavía altísimo índice de desaprobación que persigue al presidente Alejandro Toledo en irónico contraste con casi cinco años de continuo crecimiento económico e indiscutible estabilidad de las instituciones democráticas. Difícil, hasta que vuelven a darse hechos como los recientemente protagonizados por algunos miembros de la comitiva que lo acompañó a la cumbre presidencial de la Unión Europea, América Latina y el Caribe realizada en Viena. En efecto, un grupo de integrantes de la comitiva oficial abordó el avión presidencial en estado de ebriedad, luego de que participara en un almuerzo de confraternidad con peruanos en la ciudad española de Málaga.Los peruanos no esperamos solamente buenos hechos de gobierno de quien es nuestro máximo representante, esperamos también respeto de su entorno cercano oficial y extraoficial, en especial cuando viajan como parte de la comitiva presidencial. Este entorno debe ser consciente de la investidura de quien los invita y que, en atención y agradecimiento a ese honor tiene que cuidar su imagen de manera que los que lo eligieron puedan ver reflejado en él un comportamiento intachable. No olvidemos que el presidente es también jefe de Estado y personifica a la nación.Como quiera que gran parte de los incidentes que han sacudido a su presidencia han sido protagonizados por miembros de su entorno, y no por el presidente mismo --como es el caso que nos ocupa--, el alto precio que Alejandro Toledo viene pagando por ello es en buena parte injusto. Bastante trabajo han costado los innegables logros que ha tenido su gestión como para que se permita que un grupo de inconscientes los borre de un solo golpe.