Nadie lo esperaba pero se logró. El producto bruto interno (PBI) --es decir, el valor de todos los bienes y servicios producidos en el país, menos los insumos-- mantiene un positivo ritmo de crecimiento e incluso ha alcanzado en marzo un nuevo récord (10,7%), que ratifica el optimismo de los agentes económicos y su apuesta por el Perú.A pesar de la convulsión electoral --y electorera-- de los últimos meses, todo indica que la política no contaminó a la economía y que esta sigue, como hace 19 trimestres, hacia arriba, en una tendencia que no solo tranquiliza al régimen de Alejandro Toledo.En efecto, tan alentadora situación es una buena noticia para los analistas, que están reajustando sus proyecciones anuales, pero sobre todo para el próximo gobierno, que recibirá una economía saneada y sobre todo auspiciosa que, evidentemente, está en sus manos mantener y consolidar.Y es que, como señalamos hace algunas semanas en el Indicador Económico de El Comercio (IEEC), el primer factor que ha impulsado este crecimiento ha sido la inversión privada. Esta ha respondido favorablemente frente a la coyuntura electoral y valorado un sistema económico que no amenaza con aplicar cambios traumáticos que terminen por alterar las reglas de juego. Ya es tiempo de que estos logros macroeconómicos no sean excepciones, que se producen periódicamente, sino que se concreten de manera sostenida para beneficio del país y sobre todo de los más necesitados.Este es el reto, pero no será posible si la economía incurre en manejos irresponsables, lanzando por la borda los avances alcanzados en materia de inflación y empleo. Como ha explicado el Banco Mundial, el crecimiento ha incidido para bien en la reducción de la pobreza, aun cuando, claro, falta mucho para llegar a niveles aceptables y dignos.Por ello, así como el gobierno actual tiene que mantener hasta el último día su compromiso con el manejo responsable de la economía, el entrante tiene que asumir esa posta, si efectivamente quiere efectuar una redistribución equitativa de la riqueza.