Dentro de nuestro peculiar contexto político, llama la atención el manejo mediático de ciertos hechos que, en manos de ciertos políticos, adquieren una repercusión desproporcionada e inusitada, de acuerdo con sus metas de campaña.Es lo que sucede con el tema de la revocatoria de la visa al candidato Ollanta Humala por parte del Gobierno de EE.UU., que debe ser analizado objetivamente para diferenciar la paja del trigo.Hay que aclarar aquí la fecha de la revocatoria, así como las supuestas razones y el momento en que el candidato fue informado. En cuanto a lo primero, no hay duda de que fue en enero del 2005. Luego, la decisión habría obedecido al supuesto involucramiento de Ollanta Humala en la cruenta y violenta asonada de Andahuaylas, encabezada por su hermano. Dicha acción habría motivado la revocatoria, siguiendo directivas del Departamento de Estado, que algunos funcionarios aplican a veces sin prever las consecuencias.Sobre la notificación sí hay divergencias: mientras EE.UU. afirma que lo hizo en el mismo enero, a la última dirección de Humala, este y su grupo insisten en que recién se enteraron. Mas, aunque ello fuera cierto, no se justifica el desborde propagandístico que los lleva a decir que EE.UU. pretende desestabilizar a Humala, lo que parece una exageración conveniente a su campaña de victimización. Mucho menos cuando el embajador James Curtis Struble se ha comprometido a interponer sus buenos oficios para renovarle la visa.