El 26 de mayo de 1977, El Comercio -controlado por el gobierno militar- informaba en su portada sobre el primer traslado de petróleo que se efectuó en el Oleoducto Norperuano, desde la selva hasta la costa norteña.Hoy, cuatro décadas después, el ducto es sinónimo de incertidumbre. Su escaso mantenimiento ha provocado tres derrames en la Amazonía durante el 2016, por lo que se ha cerrado indefinidamente. Sin embargo, su historia empezó con la esperanza de todo un país.Desde el año 2000, el oleoducto empezó su declive. Petro-Perú reconoció que durante los últimos 16 años solo realizó mantenimientos mínimos. Como consecuencia, se generaron 73 puntos críticos (con pérdidas de espesor, es decir, en el grosor de la pared del tubo, mayores al 70%).En toda su historia, el ducto nunca se llenó de petróleo. Debido a ello, el tubo quedó desprotegido de la corrosión natural y se desgastó, explica Carlos Gálvez, presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE). "El crudo debía funcionar como una capa protectora. Petro-Perú jamás previo que la producción de la selva sería insuficiente para ello[cayó un 47% desde 1994 al 2013, según Perú-Petro] y tampoco le dio mantenimiento al tubo", dijo.Esta sería la causa de los recientes accidentes en la Amazonía: en lo que va del año, tres derrames -Imaza (Amazonas), Morona y Barranca (Loreto)- y 5 mil barriles de petróleo vertidos. El oleoducto se ha detenido para evitar más incidentes. Una paralización que lo convertiría en un elefante blanco "aunque cada vez más negro" hasta nuevo aviso. (Edición sábado).