Cuando se mete la pata hasta el fondo, lo mejor es, antes que maquillar el error, reconocerlo sin medias tintas y mostrar un firme propósito de enmienda. De lo contrario, la explicación pierde credibilidad.Eso es lo que no parecen entender los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta, quienes están ofreciendo algunas interpretaciones alambicadas sobre lo que han sido obvios errores suyos que los perjudican en sus aspiraciones de llegar a Palacio.Por un lado, Ollanta Humala no da su brazo a torcer y sigue defendiendo la argumentación expuesta en su plan de gobierno sobre la estatización de los medios de comunicación, a los cuales incluye como parte del "Estado oligárquico, colonial, excluyente y centralista" que fue "desmontado" por el gobierno de general Juan Velasco Alvarado pero que "no llegó a ser liquidado totalmente por la insuficiencia de las fuerzas intelectuales, políticas y culturales", el cual fue "restaurado" -especialmente los medios de comunicación- "con el retorno de la democracia liberal en 1980".No entender que la estatización de los medios fue un grave error -ahora reconocido incluso por varios de sus principales protagonistas-, al margen de la circunstancia histórica de inicios de los setenta, significa un motivo de legítima preocupación.Lo mismo ocurre cuando se escucha a Alan García declarar que, en un eventual próximo gobierno suyo, ya no intentaría estatizar la banca ni capturaría los ahorros en dólares, porque la economía mundial ha cambiado y ya no hay un Sendero Luminoso al que combatir.Ojalá que dicha explicación sea una forma de eludir el mea culpa que corresponde por este par de graves yerros de su gobierno, pues, de otro modo, significaría que, si volviera a ser presidente y se produjera un cambio en el entorno internacional, o surgiera alguna expresión terrorista, podría aventarse otra vez sobre los bancos o los dólares de la gente.Claridad en las ideas y en el reconocimiento de los errores es una obligación de todo candidato, salvo que en realidad ambos postulantes tengan una peligrosa confusión, señala el director de Perú 21, Augusto Alvarez Rodrich.