No hay excusa para la violencia pero, sin duda, puede aquí aplicarse aquel dicho de que quien siembra vientos cosecha tempestades. Ello para explicar --mas no justificar-- una situación que debe ser superada en la segunda vuelta, por la salud del sistema democrático.Resulta que el candidato presidencial Ollanta Humala no tuvo mejor idea que lanzarse a una gira por Trujillo y la región La Libertad, al colmo de considerar en ella una nueva visita a la tumba del fundador del aprismo, Víctor Raúl Haya de la Torre, con discursos allí poco amigables.Esto fue tomado como una provocación por las huestes apristas que tuvieron lamentables enfrentamientos con los humalistas y lanzaron verduras al líder nacionalista. Este, de inmediato, se quejó de los ataques, calificó de violentistas a los apristas y aprovechó para inflar su imagen de víctima, con clara intención electorera.¿No recuerda el candidato Humala las cobardes pedradas que sus adeptos lanzaron contra Lourdes Flores en la sierra central, ante lo cual ni siquiera pidió disculpas? ¿Por qué entonces pasó por alto la situación, más grave tratándose de una mujer, y ahora sí debemos escuchar sus quejas?Hay que ser objetivos y medir a todos con la misma vara. Así como denunciamos y rechazamos los ataques humalistas de entonces lo hacemos con los de los apristas, llamando a la cordura y sacando lecciones inmediatas.La lid electoral tiene que ser de ideas y propuestas, y no de quien tira más botellas y piedras. La guerra sucia debe ser dejada de lado --y de eso tienen que asumir responsabilidad los líderes de los grupos aún en contienda--, antes de que las cosas se vayan de las manos, inclusive con victimizaciones muy bien montadas.