En las últimas dos décadas, el Perú ha pasado de contar con un déficit de energía eléctrica a una cobertura casi total, producto de cambios regulatorios que incentivaron la inversión y la aparición de nuevos actores.Si bien el crecimiento de la oferta de generación responde a la evolución de la demanda, la reciente corrección de la misma nos demuestra que las proyecciones la sobreestimaban.Consecuencia positiva de lo anterior es que hemos alcanzado una adecuada seguridad energética y un margen de reserva elevado; sin embargo, esto se traduce en un mercado de generación sobreofertado con un precio spot bajo. Si bien la mayoría de contratos de generación tienen vencimientos a mediano plazo, existe parte de la potencia efectiva que no está contratada. Buscar nuevos clientes es la norma y el alto nivel de competencia se evidencia con el menor crecimiento de los clientes industriales de las distribuidoras eléctricas, que ahora son atendidos por las generadoras con menores tarifas. ¿Por qué lo anterior no se traduce en una menor tarifa al cliente regulado (residencial y pequeña industria )? Existen tres componentes de la tarifa final al cliente regulado. La primera es la tarifa de generación, que si bien se ve beneficiada a futuro por la mayor competencia, ha sido pactada con anterioridad en contratos de mediano plazo, insensibles a cambios en el precio spot pero que han venido incrementándose producto de la depreciación del sol, ya que están denominados en dólares. Los otros componentes son las tarifas de distribución y de transmisión, y en esta última se halla contenida una de las principales explicaciones a los recientes incrementos: los cargos especiales, que financian las centrales de energía renovable no convencional, el Gasoducto Sur Peruano y otros proyectos; es decir, un subsidio cruzado.Reducir tarifas sin perjudicar la inversión futura es el gran dilema. Las soluciones han sido ampliamente discutidas, pero ninguna se ha implementado.La situación actual es producto de una planificación de años atrás, la cual consideraba una demanda que hoy es muy pequeña respecto a la inversión que se está desplegando o que está en cartera. En ese sentido, se deben establecer las reglas de juego correctas para incentivar la aparición de una nueva demanda, como la petroquímica en el sur o la interconexión con Chile a través de un esquema beneficioso para el país. No basta con declarar que los proyectos en cartera son inviables. Si bien hoy se podría extraer dicha conclusión, somos un país con bajos niveles de industrialización y mucha inversión por desplegar en sectores claves como la minería, gran demandante de energía, por lo que una equivocada solución de corto plazo puede ser un cuello de botella para el desarrollo futuro.Asimismo, se deben descartar propuestas que se basen en cambios de la Constitución y en la renegociación de contratos, ya que solo deterioran la confianza empresarial, una consecuencia muy perjudicial en el contexto actual, señala Rodrigo Mendoza, analista de inversiones Prima AFP.