TRIUNFÓ LA DEMOCRACIA; AHORA CONSTRUIR CONSENSOS
10 de abril de 2006

La jornada electoral de ayer ha sido una demostración cívica de que, a pesar de todo, los peruanos valoramos la democracia. En lo formal, mayoritariamente los ciudadanos hemos acudido a votar con entusiasmo y responsabilidad, aunque haya que lamentar algunos escasos incidentes bochornosos. Y, a la espera de los resultados oficiales de esta reñida contienda, lo único definitivo es que nadie la ganó en primera vuelta y que iremos a una nueva votación entre el candidato Humala y aquel que finalmente ocupe el segundo lugar.En tan delicada coyuntura, reiteramos el llamado a la calma y la cordura para no inflar expectativas y evitar excesos de triunfalismo partidario.Los organismos del sistema electoral, particularmente la ONPE, han cumplido una meritoria labor, pero les aguarda otra igualmente titánica para dar resultados oficiales y manejar un nuevo proceso, bajo fuertes presiones de plazos y altos estándares de eficiencia y credibilidad. La misma invocación tiene que hacerse a la ciudadanía, que en medio del calor de la contienda no puede caer en condenables conductas agresivas, como ocurrió ayer contra Ollanta Humala, por parte de un grupo de votantes. Hay que aprender a respetar las opciones distintas sin caer en el juego sucio del violentismo, que es justamente lo que se le critica al agredido. Si discrepamos de algún candidato, pues la manera democrática de hacerlo es a través del voto en el ánfora. Dicho esto, sin embargo, debemos reprobar igualmente la inoportuna y manipuladora reacción del candidato: contraviniendo la ley electoral, se lanzó a una conferencia de prensa que se convirtió en un ataque absurdo a sus contrincantes y en un alegato propagandístico, lo que es más criticable ya que se dio cuando aún no había concluido la jornada electoral.Ahora bien, estamos terminando una etapa del proceso electoral y empieza otra muy delicada que debemos evaluar bajo tres consideraciones:Primero, si miramos las tendencias resultantes desde una perspectiva amplia, es saludable y esperanzador que las candidaturas de legítima y probada vocación democrática hayan superado en conjunto a aquellas de contenidos ambiguos e intolerantes. Ello revela la prioridad que aún tienen para muchos ciudadanos el respeto a la división de poderes y a valores intrínsecamente democráticos, como la libertad de prensa y las garantías para una economía de libre competencia que pueda consolidar los logros macroeconómicos.Segundo, no podemos desdeñar, sin embargo, el tercio de votación humalista, que debe merecer un análisis desapasionado. Dentro del juego democrático es amplio el abanico de posibilidades partidarias, pero es obvio que la votación mencionada no responde tanto a una organización partidaria o doctrinaria, cuanto a una visceral reacción de un sector que no se siente representado por el Estado y que canaliza sus reclamos en una candidatura contestataria y antisistema que, más que proponer, apuesta a oponerse y a amenazar.Tercero, se torna urgente y necesario que, cualquiera que sea quien llegue a la segunda vuelta, los candidatos genuinamente democráticos --restañados los roces y desencuentros de la primera-- se aglutinen en torno a una agenda de principios y a un plan de gobierno que apele a su generosidad y saque lo mejor de ellos: su vocación democrática y su compromiso con la institucionalidad y la estabilidad política, económica y social. Esto es ahora algo impostergable para asegurar la gobernabilidad y la viabilidad del Perú.Sin embargo, precisamente por ello no se puede dejar de lado a aquel tercio de peruanos mencionado previamente. Por el contrario, esto debe tomarse como un llamado de atención a los políticos para, sin demora, hacer el mea culpa necesario y enfrentar los urgentes ajustes a la organización del Estado. De este modo podremos romper las barreras de la exclusión y la incomunicación y tender puentes de diálogo para construir un mejor país que sea genuinamente de todos y para todos.