Cada vez se dan más evidencias del carácter agresivo y antidemocrático del candidato Ollanta Humala, que no solo incita a la violencia a sus huestes y denuncia sin pruebas un supuesto fraude, sino que se atreve a adelantar una revuelta popular en caso de que la candidata Lourdes Flores sea elegida presidenta del Perú.En declaraciones al diario argentino "Página 12" ha dicho que, de ganar Flores, "pasaría lo que pasó con los presidentes de otros países latinoamericanos que fueron sacados por el pueblo. Creo que sería muy difícil que Lourdes Flores llegue a cumplir un año de gobierno".¿Qué significa esto? Hay aquí un tufillo golpista inaceptable, que no puede confundirse con el derecho democrático a la insurgencia, que la Constitución avala, pero solo ante un gobierno usurpador. ¿No entiende Humala que competir en buena lid implica aceptar, finalmente, la victoria pero también la derrota; y que si Flores es elegida democráticamente hay que respetar la voluntad popular?Lamentablemente, este no es el primero ni el único despropósito violentista del humalismo. Hace pocos días, su candidato denunció un absurdo fraude para trabar su candidatura y dijo: "Ustedes (?) se tumban a Humala y el pueblo saldrá a tomar las banderas nacionalistas hasta llegar a Palacio de Gobierno".Tan desafiante amenaza debería merecer un pronunciamiento en firme del JNE. ¿Quiere decir que Humala solo acepta las formas democráticas si los resultados le son favorables? Hay que advertir aquí sobre lo peligroso e irresponsable de estas declaraciones en un país que ha sufrido décadas de violencia y urge que sus líderes apoyen un consenso que lleve al desarrollo en paz.Huérfana de sustento, una declaración como esta aparece como un acto de intimidación también para sus contrincantes. Y llueve sobre mojado si consideramos la acre violencia verbal, las pedradas a los mítines opositores (y anteayer a un periodista de América TV), y el amedrentamiento a los habitantes de zonas alejadas. También es una muestra de soberbia, de la que hacen gala personajes de su entorno familiar y sus colaboradores, amenazar con cadena perpetua a periodistas, adoptar posturas revanchistas con los medios y luego reunirse con directivos de algunas televisoras. Sin embargo, detrás de todo ello, hay un sentimiento de desesperación de los humalistas que entraron a este proceso sin mayores expectativas (sin partido, sin organización y prácticamente bajo la sombra de un clan familiar y de un caudillo improvisado sin credenciales democráticas) y de pronto se encuentran cerca del poder, lo que empezó a marearlos. Pero, en los últimos días, debido a sus gruesos errores, perciben la negativa de las mayorías a darles un mandato claro en primera vuelta y a pensarlo muy bien en la segunda, lo que les despierta reacciones angustiadas e instintivas.¿Es esta la gente que queremos que gobierne el país? ¿La que amedrenta e incita a la violencia sin respetar las reglas del juego democrático y el derecho de los demás? Los peruanos estamos advertidos. Nadie puede malograr un proceso que, con gran esfuerzo, se está llevando a cabo de modo eficiente, imparcial y transparente; y quien lo haga tiene que asumir la responsabilidad por ello. Queremos elecciones democráticas y candidatos democráticos que compitan en igualdad de condiciones.