A cinco días de las elecciones, es probable que el país tenga una idea más clara de quién es quién en esta campaña, a pesar de las escasas propuestas de gobierno presentadas y explicadas por los candidatos presidenciales y al Congreso.Tanto a los que ya decidieron su voto como también a los indecisos, debemos recordarles la necesidad e importancia de una decisión responsable. Lo hemos repetido a lo largo de los meses: usted decidirá y elegirá entre la promesa viable y sustentada, y aquella otra, que solo busca ganar votos, cueste lo que le cueste al elector, al país, a los partidos y al sistema político, hoy sumamente cuestionado.La atingencia es muy necesaria si consideramos las características accidentadas y, por momentos, violentas de esta campaña huérfana de ideas, y sobre todo el florido e insustancial discurso de ciertos candidatos, que siguen lanzando promesas a diestra y siniestra sin medir las consecuencias a futuro de sus palabras.Parece que no han aprendido la lección, porque sin mayor sustento y rigor repiten el libreto de las elecciones del 2001, incurriendo en los mismos vicios que criticaron al entonces candidato Toledo. La intensidad de la oferta y del 'promesómetro' no tiene límite. En unos casos, los candidatos han asumido seriamente sus promesas; en otros, no dicen o maquillan la verdad o establecen compromisos sin conocimiento de la realidad. Por ejemplo, más allá de las críticas a los ricos y poderosos, el populismo de Alan García ha vuelto a las andadas, cuando ya parecía haberlo frenado. Ahora se adecúa con más sutileza a la medida de cada bolsón electoral: pensionistas, jóvenes, agricultores, policías, deudores de los bancos, zonas de frontera. Y la lista continúa. La pregunta es cómo se financiará todo esto, sin incurrir en peligrosos y conocidos déficits fiscales. ¿Se desempolvará la vieja maquinita o se recurrirá a los subsidios o a las exoneraciones, que han comenzado a aparecer ya en ciertos mítines como la gran llave mágica que abrirá las puertas de la caja fiscal?Lo que se pide a los candidatos es, pues, honestidad y coherencia con los electores y consigo mismos. Una oportunidad está en los cierres de campaña. Así como nadie debe explotar la decepción del pueblo ni el rechazo que este siente hacia los políticos, tampoco es responsable vender gato por libre, jugar con la ignorancia y el desconocimiento del ciudadano y ofrecer cosas que los propios postulantes a la presidencia saben que no podrán cumplir.En este contexto, la promesa de hoy puede ser el bumerán de mañana. Puede servir para ganar votos, pero una vez en el poder volverse contra el líder e intensificar corrientes de opinión adversas que suelen reflejarse en dramáticos índices de desaprobación.Por eso harían bien los candidatos en usar el tiempo que dedican a la promesa populista a tratar problemas reales de los que poco hablan, como la crisis educativa y el papel del Sutep, la ampliación de la base tributaria, la lucha contra el contrabando, el narcotráfico y el terrorismo, o el respeto a los derechos humanos.