A pocos días de las elecciones, los congresistas no tuvieron mejor idea que aprobar, improvisadamente, un proyecto de ley que establece el pago de los bonos de la reforma agraria, pero sin detenerse a pensar en cómo se financiará dicha iniciativa que implicaría aproximadamente tres mil millones de dólares.Es muy lamentable que una iniciativa esencialmente positiva sea desvirtuada de un modo tan ligero e irresponsable.Como hemos señalado reiteradamente, el Estado, se ha preocupado por pagar la deuda externa --lo que está bien--, pero no ha hecho lo mismo para honrar la deuda interna, a lo largo de los varios gobiernos que lo administraron desde el fin de la dictadura militar.Ello revela una falta de coherencia, por lo demás injusta, que ya dura demasiado. Recordemos que la llamada reforma del velascato fue un nefasto experimento colectivista que no solo destruyó el agro y empobreció aún más a los campesinos convirtiendo al Perú en un país dependiente de las exportaciones, sino que afectó alevosamente el derecho de propiedad de muchos peruanos, pues en la práctica constituyó una burda confiscación.Por principio y por pragmatismo, el Estado no puede seguir cargando eternamente con esta deuda impaga. Pero esto tiene que hacerse de manera sensata, realista y responsable; y no forzando al Ejecutivo a solventar la deuda agraria con fondos que no tiene, y que llevarán inevitablemente a la observación del proyecto.Lo que debe hacerse es actualizar las deudas, pero buscando salidas creativas, ya propuestas por voceros de los confiscados, como el canje de bonos para ser reinvertidos en el mismo agro, a través de canjes de tierras, participación en proyectos forestales, etc.De esa manera, con diálogo y enfoque técnico, se podría saldar la deuda a la vez que se reactivaría el agro peruano para consolidarlo como un sector dinámico, exportador y creador de empleo. (Edición sábado).