Después de tanto luchar para establecer una economía moderna, libre y competitiva que nos permita conquistar el mundo sin complejos y salir de la pobreza y el atraso, he aquí que el espíritu de la contrarreforma se encarna una vez más para devolvernos a ese imaginario de pishtacos transnacionales que se roban nuestra grasa para aceitar la maquinaria de la dominación mundial. Una vez más nos dejamos caer, como la piedra de Sísifo, al abismo donde se agita el demonio capitalista que engorda con nuestra pobreza. Y volvemos entonces la mirada al mismo héroe salvador que nos empujó allí para ver cómo se enfrenta al imperio-dragón y nos reparte las migajas de los trofeos ilusorios que arrebata en sus batallas de bravata. Ya basta, por favor. Basta de inventar monstruos culpables de todos nuestros males solo para tener la justificación de apoderarse de la propiedad o las decisiones ajenas y del poder absoluto hasta llevarnos al despeñadero. Ya conocemos las consecuencias de esas políticas. Destruyen el proceso de acumulación, anulan el crecimiento, empobrecen y ahogan la democracia.Es cierto que lo que tenemos ahora no redistribuye lo suficiente, no incluye a la velocidad necesaria. Es cierto que tenemos a los desposeídos viendo cómo otros poseen más. Pero la solución no está en la destrucción del odioso motor que genera riqueza sino en construir los canales para que la riqueza se distribuya y para que el motor mismo crezca, se integre y replique en toda la sociedad.Un líder no puede movilizar los sentimientos más primarios de carencia, envidia y odio para liderar el asalto de los pobres a las fuentes de generación de riqueza. Eso es profundamente demagógico, infantil y destructivo. El asalto al campamento de Tintaya no puede convertirse en plan de gobierno, porque solo es plan de destrucción. Es cierto que eso resulta lo más fácil en un país de tantas diferencias, lastrado de taras coloniales. Pero mata. Fomentar el odio de clases o de razas solo ha servido históricamente para despoblar la economía y justificar formas de poder totalitario. Solo lleva a la miseria y a la supresión de libertades.No se puede invitar al capital a que invierta y una vez que empieza a hacer negocio quitárselo o expulsarlo. Eso no es viveza, es estupidez. Necesitamos más bien crear condiciones aun más amables para atraer más capitales, de modo que haya más riqueza para redistribuir. Pero lo que está por construirse es el enganche de los pobres a ese proceso. Deberíamos tener una competencia electoral entre propuestas para construir ese enganche y no acerca de cómo apoderarse de la riqueza 'estratégica' para manejarla a discreción de los burócratas del partido.Es cierto que el gran responsable es Toledo, que abandonó la construcción de ese enganche. Fue un padre ausente que dejó al pueblo al garete. Ahora estamos viendo la reacción. La solución no está en la destrucción del odioso motor que genera riqueza sino en construir los canales para que la riqueza se distribuya, señala el periodista Jaime de Althaus Guarderas .