Desde marzo último, compatriotas nuestros vienen expresando su rechazo al desarrollo del proyecto de cobre Tía María. Me genera preocupación que muchas referencias sobre el tema estén repletas de adjetivos y poco de sustantivos, lo que desinforma más y caldea los ánimos. En todo este contexto, con intentos de diálogo donde participan el Estado y los dirigentes de los gremios de agricultores del valle de Tambo, noto también que Southern, siendo la empresa inversora, está de perfil, y esta actitud no ayuda a resolver el conflicto. Tía María es un proyecto colindante con el valle de Tambo, con una inversión de US$ 1,400 millones, y producción anual estimada en 120,000 TM anuales de cátodos de cobre. En su fase de construcción daría empleo a 3,500 personas y en su fase operativa crearía 800 empleos directos y miles de indirectos. Si bien los beneficios observados desde este plano macro y nacional son inobjetables, entonces ¿cuál es el fondo del asunto para entender a los manifestantes?La minería es una actividad que presenta una asimetría de origen: la mayor parte de su valor añadido (activos) se exporta. A la vez, la contaminación ambiental (pasivos) se queda en la zona de operación; y esta es la primera mirada que los agricultores del valle de Tambo dan al proyecto, más aún cuando del estudio de impacto ambiental (EIA), aprobado en agosto del año pasado, no tienen la certeza de cumplimiento de este por parte de Southern. Contrariamente, tienen muy en mente los cuestionamientos que se hicieron al primer EIA presentado por esta firma, todos con efectos adversos sobre la agricultura: uso de agua del subsuelo, generación de humos ácidos por el uso de ácido sulfúrico en el proceso de tratamiento del mineral, contaminación del aire generada por voladuras de roca, etcétera. De allí que no tienen muchos elementos de certeza de cumplimiento de los planteamientos del aprobado EIA, tales como el uso de planta desalinizadora para generar el agua necesaria para el proyecto, o la alineación de la actividad en horas en que los vientos que van del mar a tierra originen que la contaminación del aire se dirija al desierto y no sobre cultivos, etcétera; peor aún, considerando el historial anterior de contaminación ambiental de Southern en la zona, siendo un icono de ello el estado de la bahía de Ite. Entonces, si aparte de la asimetría de activos y pasivos que tiene la actividad, existe el antecedente de un primer EIA que implicaba claras afectaciones adversas a la agricultura de la zona, y encima con un historial de contaminación ambiental bastante amplio y conocido; todo ello, explicaría la desconfianza de los agricultores respecto al contenido más diligente en cuidado ambiental del segundo y aprobado EIA. Por lo cual, restituir relaciones de confianza es central, y en ese proceso no puede estar de perfil bajo la empresa inversora. En tal sentido, ¿por qué no participa directamente en la mesa de diálogo y plantea abiertamente (y no aisladamente, como lo ha hecho) en la negociación, la constitución de un patrimonio fideicometido para mitigar o subsanar posibles daños ambientales, señalando, en dicho contexto, el detalle del monto final del fideicomiso, mecanismo de uso, tiempos, calificación del daño, etc.? De otro lado, la preocupación de los agricultores aumenta debido a que la mayor demanda de mano de obra para implementar inicialmente el proyecto encarecerá esta, siendo esperable expresiones en sus rostros más parecidos a los Angry Birds que a Winnie the Pooh. En suma, hacerse el muertito (como pasó en el caso de Conga) no es una buena idea. Soy un convencido de la necesidad de la inversión privada, pero también de que el inversor tenga que contar con legitimidad social; legitimidad que va más allá de los procedimientos formales. El reto es tener a la población en el área de influencia del proyecto confiada en que sus derechos serán respetados y que, en el caso que nos ocupa, los agricultores no vean peligrar su fuente de sustento diario. Sugerencia última: en mesa de diálogo, ministros de sectores involucrados, gobierno regional, alcaldes de zona, dirigentes y empresa son actores fundamentales. Congresistas ayudan más no estando allí. Aplicando la frase de un conocido cómico peruano: "¡No vayan!", señala Kurt Burneo Vicerrector de Investigación -USIL.