Conocí a Lelio Balarezo como cabeza del gremio empresarial de la construcción Capeco. Un hombre simpático, educado y afable. Lo vi de tiempo en tiempo siempre declarando sobre la construcción, sus efectos y los problemas económicos del gremio.Por ello me sorprendí hace unos días con la noticia de que había sido sentenciado por la Corte Suprema luego de un proceso de más de 10 años por defraudación tributaria, ya que según se ha probado habría falsificado facturas para evadir impuestos por casi 7 millones de soles.En el momento de la condena, Balarezo era el presidente de Capeco y vicepresidente de la Confiep. Como líder gremial, no es otra cosa que quien representa a los empresarios frente al resto de ciudadanos. Una vergüenza.Hoy el empresariado, el de verdad, debe condenar la conducta de Balarezo y recalcar que ningún empresario que realmente lo sea puede estafar al Estado evadiendo impuestos, pues ello es inadmisible y, además, un delito muy grave. Deben también pedir que se entregue lo antes posible para que purgue su condena.No vamos a poder criticar cuando a Martín Belaunde Lossio y a Rodolfo Orellana se les llame "empresarios" si los gremios empresariales no salen a hacer un claro deslinde con el delito. No podremos criticar al "Comepollo" ni a la "Robacable". Y no, señores, no todos somos iguales, pero a veces el parecido complica, señala Cecilia Blume.