Una nueva crisis social se ha desatado en Ecuador, a partir de las protestas de grupos indígenas y otros sectores estudiantiles y gremiales contra un eventual tratado de libre comercio.Es lamentable que un tema económico, sobre el cual ha habido notables avances y que finalmente tendría que ser ratificado por el Congreso, pretenda resolverse en las calles, apelando a la violencia y a la presión política antes que a la argumentación técnica. El Gobierno Ecuatoriano tiene que hilar muy fino para superar esta situación, antes de que aborten las negociaciones. Asimismo, es responsabilidad de los líderes políticos y empresariales, y la sociedad civil de ese país responder a las amenazas de quienes se oponen a todo, pero que no proponen nada.Ecuador, y también el Perú y Colombia, tienen que reconocer que el tratado es una de las mejores salidas para economías como las nuestras, con un potencial exportador que necesita acceder a Estados Unidos, el mercado más grande del mundo. ¿De qué vale elevar la producción de mangos, espárragos o productos de alpaca si no tenemos dónde venderlos? Sin duda, debe salvaguardarse la soberanía y compensar a los sectores eventualmente afectados, pero estos son los menos y, por el contrario, los beneficios muchos. Por eso a la intolerancia hay que responder con diálogo, explicaciones y firmeza. No siempre quien se opone a medidas innovadoras como estas pierde. Son los países los perjudicados y los que pueden perder todo.