El actual conflicto en torno de la mina Tía María en Arequipa se va pareciendo cada día más al que sigue paralizando Conga en Cajamarca. Enemigos del proyecto estratégicamente ubicados en cargos públicos y directivas comunitarias han ido convirtiendo el rechazo de la población a este proyecto de la Southern Copper Corporation en una cuestión de fe antiextractiva.Bajo la férula de lo que ha sido llamada la trampa maniquea Agro sí-Mina no, los aspectos más especializados de la discrepancia en Islay ya empiezan a tener problemas para entrar, o volver, al debate. Los promotores de la protesta confían en su capacidad de mantener las movilizaciones, y derrotar a sus rivales por cansancio.El gobierno ha optado por montar mesas de desarrollo para intentar resolver el conflicto. Pero algunos especialistas piensan que las mesas, que en efecto en otras ocasiones han resuelto cosas para satisfacción de todas las partes, deberían ser complementadas con recursos adecuados a la especificidad de la situación. Una real voluntad de diálogo de las partes es indispensable para que las mesas funcionen.En otras palabras, si la protesta vuelve a patear el tablero de Tía María, el gobierno y la empresa pueden quedarse sin recursos. Este es el sentido de la comparación con Conga, donde las cosas en el fondo fueron decididas por las confrontaciones de masas contra la Policía. Cinco muertos en el 2012 lo paralizaron todo, hasta hoy.Si Tía María se pasma, será una nueva confirmación de que la violencia funciona como paralizadora de proyectos extractivos. En el 2009 la movilización de Bagua derogó un paquete promocional de leyes petroleras. En el 2011 las asonadas llevaron al anterior gobierno a revocar la concesión minera de Santa Ana (hoy en arbitraje).El problema no es que haya proyectos extractivos suspendidos. En determinados casos la protesta puede tener la razón y puede haber muy buenos motivos para que esa suspensión se produzca. La cuestión de fondo es la manera como las suspensiones se producen, en la forma de operativos psicosociales y de fuerza.Tanto el gobierno anterior como este han retrocedido una vez colocados en la disyuntiva entre ceder, es decir dejar a las empresas en la estacada, y reprimir con la intensidad necesaria para imponerse, lo cual significa producir muertos y heridos, y luego un clima social irrespirable para el proyecto.Con las elecciones a las puertas, la organización de protestas masivas es un buen negocio político para las agrupaciones radicales, y eso quizás explique por qué luego de un 2014 relativamente calmado, el 2015 se presente como partidor para una escalada de conflictos. El fracaso de Tía María es una señal que muchos están esperando, afirma Mirko Lauer.