Sana envidia es lo que produce la observación del relevo presidencial en Chile cuando se le compara con la elección en marcha en el Perú.Lo que se percibe a la distancia en las ceremonias del fin de semana pasado es un país que mira su futuro con seguridad. Ricardo Lagos deja el cargo en olor a multitud, con una aprobación superior al 70% y la sensación de haber sido uno de los mejores presidentes de ese país, gracias a que consolidó la transición iniciada en 1990 a través de una concertación democrática que no solo trajo progreso económico que redujo la pobreza, sino que también afianzó la institucionalidad política.A su vez, la Presidencia de Michelle Bachelet es recibida con expectativa, entusiasmo y optimismo. Tiene grandes desafíos por delante, pero al paso que Chile va, gracias a la consistencia entre los planes de un gobierno con los del siguiente, en unos años habrá logrado salir del Tercer Mundo.En el Perú, en cambio, tan cerca en la geografía pero tan lejos en el mapa del desarrollo, esta elección que se decidirá en breve confirmará -cualquiera que sea el resultado- que la crisis institucional tan profunda en la que estamos desde hace tanto tiempo seguirá siendo el telón de fondo de un escenario desalentador.El gran porcentaje de indecisos a solo 26 días de la primera vuelta refleja la desconfianza del elector. Se vota por el mal menor, no hay entusiasmo por las candidaturas, y cualquiera que gane deberá enfrentar un panorama adverso por estar lleno de políticos que, en su mayoría, persiguen su interés particular, sin un concepto del bien común.Desde hace años, los presidentes dejan el poder por la puerta falsa, en calidad de parias, prófugos o exilados. La economía crece pero el progreso no llega a muchos, mientras las principales instituciones públicas -como el Congreso, la justicia y, en general, la política- siguen dando motivos para la vergüenza.Sin liderazgo en el gobierno y con irresponsabilidad en la oposición, el Perú seguirá siendo un país sin norte mientras, en el sur, Chile continúa despuntándose, señala el director de Perú 21, Augusto Alvarez Rodrich.