El 29 de enero pasado, una explosión en un hospital infantil de México D.F. dejó cinco muertos y decenas de heridos. El desastre llegó junto con un camión que transportaba gas licuado de petróleo (GLP). Este iba a abastecer de ese hidrocarburo al centro de salud, pero una fuga de ese gas derivó en una tragedia.Cabe preguntarse si en Lima podría suceder una tragedia similar. El riesgo en la capital es lantente porque la distribución de GLP, combustible que satisface al 75% de la demanda de gas de la ciudad - la diferencia es cubierta por gas natural- no llega a tener un control óptimo y los intermediarios sacrifican seguridad por ganancias.