¿Qué tendrá que ver la llamada de una modelo publicitaria con los conflictos mineros de nuestro país? Quizá más de lo que imagina.Hace unos meses le tocó a mi empresa diseñar una campaña gráfica y nuestro cliente decidió tratar la producción de las fotografías con una compañía aparte. Por lo tanto, nuestra tarea se limitó a la concepción creativa y al diseño. Al poco tiempo de lanzarse la campaña fue cuando saltó el problema: la modelo escogida llamó a nuestra oficina a exigir dinero extra tras ver su imagen en unos carteles que ella no había autorizado.Aunque su reclamo era legítimo, se le explicó que no habíamos sido los causantes del error. Aún así, ella pidió hablar con uno de los socios de nuestra empresa, y me tocó a mí llamarla. Me contestó con amable serenidad, pero con los minutos su petición fue tornándose más emotiva. Entre fatigado y conmovido por el mal rato que ella estaba pasando, decidí tenderle una mano: lo más que mi empresa podía hacer era girarle una cifra simbólica para paliar su mal rato. Su respuesta fue tajante: quiero todo. Y colgó. Cuando le comenté la llamada a mi socio, él me criticó sabiamente: no debiste ofrecerle ese dinero, no nos correspondía. Su frase me retumba ahora que voy a pasar al otro tema: los conflictos mineros. En los últimos años he tenido la suerte de compartir mesas de trabajo con diversas mineras que quieren contribuir honestamente al desarrollo de la región en donde operan. Conceptos como desarrollo sostenible y respeto al medio ambiente son algunos de los que he oído con más frecuencia de estos funcionarios que quieren romper con el mito de que la minería es ganancia de pocos y tragedia de muchos.En reuniones así no han faltado historias de comunidades que, apenas establecidas las mineras, se acercan a pedir contribuciones con obras tangibles. Han sido bastantes los casos en que las mineras han accedido en un acto de buena voluntad. Y es aquí donde se conecta la historia de la modelo y la de las mineras: cuando le ofrecí a la modelo aquella compensación, en realidad, le estaba confirmando que su mal momento era mi responsabilidad, y no de la compañía que incumplió.De la misma forma, cuando una minera acepta en señal de buena voluntad hacerle obras a una comunidad, también está aceptando que de ahora en adelante aquella será su responsabilidad. ¿Quién dejó de comprarse el pleito en estas situaciones? En la historia de la modelo, fue la compañía productora. En el caso de las mineras, el gran ausente es el Estado.Espero que no se me malentienda: no quiero sugerir el destierro del apoyo social directo que puedan dar las empresas mineras. Lo que expongo es que estas acciones son paliativos cortoplacistas que obstaculizan la gran tarea de largo plazo: la presencia real del Estado en aquellos lugares en los que --para comodidad del mismo-- las mineras se convierten en los sustitutos de aquel. Así como yo no debí caer en la trampa de ofrecer un consuelo a la reclamante --pues debí darle protagonismo a quien se lavaba las manos-- las mineras deberían lograr que, en sus áreas de influencia, el Estado se fortalezca para que así las comunidades reclamen a quien corresponde, señala Gustavo Rodríguez, publicista de Toroja Comunicación Persuasiva. (edición sábado).