Echarate es un pueblo pobre sentado en un banco de oro en la ceja de selva, a seis horas de viaje desde la Ciudad Imperial, Cusco. Es un territorio bendecido con inmensas reservas energéticas cuyo aprovechamiento, sin embargo, no ha servido para disminuir la pobreza.Desde hace diez años el municipio distrital de Echarate recibe entre 200 y 900 millones de soles anuales como presupuesto, gracias al canon que genera la explotación del gas de Camisea, pero casi la mitad de sus 44 mil habitantes (48,1%) vive en la pobreza, los niños padecen de desnutrición y anemia, y la mayoría no cuenta con servicios de agua potable y desagüe. Irónicamente, Echarate es el distrito más rico del país. Maneja un millonario presupuesto proveniente del canon gasífero, que representa el 50% del Impuesto a la Renta que paga el consorcio Camisea por la extracción, transporte y comercialización del gas. Hace una década empezó la explotación del gas y la transferencia por canon fue en aumento. Pese a la mejora presupuestal -que disparó el ingreso per cápita a 17 mil soles al año- el nivel de vida de los echaratinos es desalentador. La mayoría vive en la pobreza y sin servicios básicos. Los alcaldes prefirieron construir una piscina temperada con toboganes y sistema de limpieza automático por más de 10 millones, y un local municipal de cinco pisos de igual precio, en lugar de satisfacer necesidades básicas.De acuerdo a un reporte de la Red de Salud La Convención, la carencia de servicios básicos tiene como consecuencia una alta incidencia de parasitosis en los niños de Echarate.