El presidente Alejandro Toledo, como jefe del Estado y responsable de la política exterior, parte hoy a Washington, donde deberá tratar el tema del tratado de libre comercio con el presidente George W. Bush, con lo que inicia una ardua agenda externa en la que debe contar con el apoyo institucional y operativo de la cancillería.Lamentablemente, esta entidad atraviesa por una coyuntura difícil, a raíz del bochornoso incidente de su titular con el embajador Javier Pérez de Cuéllar, ocurrido en diciembre pasado en Nueva York.Hay que reconocer que, aunque algo tardíamente, el canciller Óscar Maúrtua ofreció esta semana disculpas públicas por las ofensas proferidas al ex secretario general de la Organización de Naciones Unidas. ¿Son suficientes? Esperemos que en lo personal, en su relación con Pérez de Cuéllar, se limen asperezas.Sin embargo, hay que diferenciar claramente este plano personal del que corresponde a la gestión institucional de la cancillería, que obviamente se ha visto afectada por este y otros hechos.En tal contexto, corresponde al presidente Toledo y al jefe del Consejo de Ministros --luego de evaluar estos hechos así como la gestión reciente del ministro Maúrtua--, tomar objetivamente las decisiones que crean más convenientes para devolver estabilidad, coherencia y ponderación a Torre Tagle en estos momentos.Aparte del viaje a Washington, el presidente viajará el sábado a Santiago de Chile para asistir a la transmisión de mando de Ricardo Lagos a Michelle Bachelet; y el domingo recibirá en Lima a la secretaria de Estado Condoleezza Rice. Como es de suponer, están en cartera asuntos que revisten especial importancia y delicado manejo, como la urgencia de apuntalar, al más alto nivel, las arduas negociaciones del TLC con Estados Unidos; continuar las conversaciones sobre la lucha antinarcotráfico --que no puede desvincularse del frente antiterrorista--; y, en cuanto a Chile, analizar importantes aspectos pendientes de la relación bilateral, como el de límites marítimos y acuerdos comerciales, y también el de la extradición del prófugo ex presidente Alberto Fujimori.En todo ello es indispensable y crucial el apoyo que el presidente debe recibir del canciller, de la cancillería y de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores, a la que recientemente renunció el ex secretario general de las Naciones Unidas. A propósito, sería saludable que se solicite al embajador Pérez de Cuéllar reconsiderar su decisión y que, paralelamente, se evalúe de modo objetivo y mirando el interés nacional, la pertinencia de revisar la gestión y las líneas maestras de la cancillería en algunos casos emblemáticos.Los asuntos de Estado tienen prioridad. En tal sentido, la política exterior debe mostrar, además de cohesión gubernamental, coherencia y continuidad en los principios con lo que se pueda mantener la estabilidad institucional y la gobernabilidad.