Es evidente que hay un legado negativo dejado por la explotación de los recursos de nuestra Amazonía. Hace un siglo, en la época del caucho, regía un sistema esclavista cuya huella de discriminación no hemos superado completamente. A mediados de los sesenta, la Amazonía era vista como "zona de frontera económica"; un territorio a ser "incorporado" al Estado que debía ser colonizado, aunque se reconocía la existencia de "tribus" en lenguaje de la época. A inicios del nuevo milenio, al conjuro de tendencias mundiales que consolidan ambientalismo, diversidad biológica y cultural, más economía sustentable, la Amazonía es reconocida como una reserva estratégica.Los rastros de la tala ilegal; de la extracción mercantilista de plantas y animales; de la minería ilegal y los bajos estándares de la antigua industria petrolera, junto con la presión del tráfico de personas; del comercio de las drogas; y la urbanización caótica, han producido una creciente degradación ambiental en áreas rurales y en los alrededores de las ciudades. Solo una pequeña ciudad: Nauta, frente a la reserva Pacaya Samiria, es la única que tiene un manejo adecuado de sus residuos sólidos. En el caso específico del agua de los ríos que bajan del Ecuador hay niveles de contaminación que no permiten que sea apta para el consumo humano. A esto se agrega la falta de tratamiento de los desechos de las comunidades ribereñas.Todos los grupos humanos producen una creciente degradación ambiental como consumidores sin buenas prácticas ambientales y han aumentado al punto de depender de técnicas modernas de saneamiento para asegurar su sostenibilidad. Eso lo podemos ver, oler y tocar en asentamientos humanos de toda la Amazonía. A pesar de ello, la crítica social, académica y política se centra en los impactos ambientales del viejo enclave extractivo, petrolero, o de la minería ilegal, destructora en el trópico húmedo. Sin dudas, como una primera tarea estamos empeñados en superar esto, no solo paliarlo.La nueva industria extractiva del gas, que marca con el proyecto Camisea un antes y un después de la matriz energética y del esquema de industrialización del Perú, junto con la nueva minería, aliada del buen manejo del agua y del ambiente, son de aquí en adelante nuestros aliados más evidentes. Esa combinación de fuentes energéticas, con aumento gradual de las renovables, no por moda que compra fórmulas inclusive en retroceso en Europa, marca las ventajas comparativas del Perú en su industrialización, que puede irse al traste si no se renueva con seguridad el ciclo petrolero de la Amazonía, si no se engancha la economía del gas al ciclo minero y a las nuevas industrias tanto para el abastecimiento interno como para la exportación. Las nuevas normas deben ser aterrizadas evitando que respondan a un impulso idealista, puramente normativo, que confunden deseo con realidad y producen consecuencias inconvenientes no solo para una remediación efectiva, sino para inversiones de excelencia de industrias extractivas con creciente valor agregado. Sin una industria petrolera moderna, la vida de las comunidades ribereñas cada vez más pobladas, se hace cuasi imposible. Este es el cuero del cual saldrán todas las correas de la economía nacional del siglo XXI. No se puede consentir en que el enfoque de normar, vigilar y castigar asegure el futuro. Es necesario cautelar, proteger, sancionar; usando las tecnologías disponibles. Es imperativo conocer bien la situación y tendencias; planear e invertir en diversas formas de capital: en primer lugar natural, en servicios ambientales, energía, comunicaciones, educación, ciencia e innovación, redes empresariales indígenas y no indígenas; y superar los enfoques seudocientíficos de los que pretenden excluir inversiones en territorios supuestamente intocables, como si la combinación de la sabiduría tradicional y la tecnología de punta se hubiesen detenido.Para realizar un proyecto viable en la región y quizá también en todo el Perú, es indispensable asegurar un nuevo ciclo de trabajos petroleros, incluyendo la gestión de cuencas transfronterizas para conjurar el deterioro que nos llega, por ejemplo, de las partes altas de los tributarios del Amazonas. Integremos esto con la minería moderna y el perfeccionamiento de nuestras fuentes de energía, su integración técnica y económica, su gobernanza, compartiendo beneficios y responsabilidades entre pueblos indígenas, Estado, empresas productoras y proveedoras, gobiernos subnacionales y el Perú todo, que es el dueño de los recursos del subsuelo, señala Eleodoro Mayorga Alba, ministro de Energía y Minas.