SENDERO CERRADO
11 de abril de 2014

La detención de los miembros más prominentes del Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef), el "partido político" con el que Sendero Luminoso (SL) intentaba reinsertarse -esta vez (mal)disfrazado de demócrata- a la vida política nacional, es un hecho por el que hay que felicitar a todas las instituciones involucradas y, ciertamente, al Gobierno. Se trata, además, de una noticia que puede devolver una medida de fe en sus autoridades a una ciudadanía que tiene largo tiempo viendo cómo el tema de la seguridad, al menos en lo que toca a la delincuencia común, se le escapa de las manos al Gobierno de la manera más grotesca, sin que este parezca saber cómo empezar a dar pie con bola para revertir la situación. Después de todo, esta operación, que ha supuesto dos años de paciente investigación policial en coordinación con el Ministerio Público y el Poder Judicial, ha demostrado que todavía existe en nuestro Estado la capacidad de reconocer lo que es una amenaza nacional y la determinación para hacer lo necesario para desactivarla, respetando en el camino la ley y los derechos que esta consagra. Desde luego, podría pensarse que no tiene mayor mérito reconocer sin ambages que una institución que buscaba formalmente reivindicar la carnicería que produjo SL en el Perú constituía una amenaza frontal para el Estado de derecho y la democracia (particularmente habida cuenta del desconcertante número de firmas que, aparentemente, logró recabar para pedir su inscripción). Pero da una perspectiva diferente sobre el tema el recordar, por ejemplo, que llegamos a tener a un ex primer ministro que declaró públicamente que al Movadef había que "darle la oportunidad" en nuestra vida democrática, siempre que respetase las reglas de esta; y a un embajador en funciones que recibía a los representantes de la organización en el exterior como "una muestra -según dijo- de salud democrática". Y esto, para no hablar de varias otras personas públicas sin cargos estatales que, en la misma línea, sostenían que al Movadef había que darle la oportunidad en la cancha democrática para que no vuelva a la violencia.Naturalmente, todos estos argumentos eran falaces y mostraban solo un ignorar, o un querer ignorar, lo que la democracia es, convirtiéndola en una pura regla de procedimiento: "mayoría manda". Como si se pudiera decidir "democráticamente", por ejemplo, revivir la esclavitud o "como lo buscan los partidos marxistas del tipo del Movadef" usar las elecciones como un puro medio para crear un Estado totalitario en donde el individuo sea solo el instrumento de la revolución. Como si, esto es, se pudiese desligar a la democracia del contenido que le da su sustento y su razón de ser: los derechos humanos. Si los individuos votamos para decidir sobre el destino de la sociedad que tenemos en conjunto, ello es porque esa es la única forma de respetar la igual libertad de cada uno y tener una vida en común a la vez. Es decir, tenemos democracia porque tenemos derechos humanos, y no al revés. De hecho, cuando sucede al revés, y las personas solo tienen garantizados los derechos que la mayoría está de acuerdo en concederles, lo que existe no es una "democracia", sino una "dictadura", sin que el que ella provenga "de la mayoría" le reste un ápice su calidad de tal.En cualquier caso, el Gobierno no estuvo entre los confundidos por quienes sostenían que el Movadef y la democracia no tenían por qué ser términos antinómicos mientras que este no recurriese a la violencia. De hecho, no se quedó tranquilo con que el Jurado Nacional de Elecciones le negase "correctamente" su pedido de inscripción como partido a la organización: el Gobierno fue más allá y, sobre la base del ADN del Movadef, supuso que si levantaba la alfombra de la organización encontraría un vínculo con el brazo armado de SL que opera en el Vraem y con sus financistas del narcotráfico. Y así se dio la larga investigación que encontró las pruebas con que se ha puesto a los cabecillas del Movadef tras las rejas, dejando de paso un claro mensaje para todo aquel a quien pudiera corresponderle en el futuro: esta democracia no es de las bobas.

  • [El Comercio,Pág. A 24]
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