En contra del sentir ciudadano, la guerra sucia ha comenzado a desfigurar la campaña electoral.Así, lejos de exponer los planes de gobierno que los electores exigen, algunos partidos prefieren apostar por los ruidosos ataques personales y sorpresivas denuncias de dudosa fundamentación.Muchos pensamos que luego de haber experimentado los efectos de las campañas de demolición que marcaron los años del fujimontesinismo, nuestros políticos habrían aprendido algo. No es el caso y toca entonces apelar al mecanismo que se proveyó para esta circunstancia: concretamente, el Pacto Ético Electoral (PEE) que suscribió la mayoría de partidos a iniciativa del Jurado Nacional de Elecciones (JNE).Es cuestionable que hasta el momento las agrupaciones políticas no se han puesto de acuerdo para elegir a los miembros del Tribunal de Honor del PEE, instancia que podría llamar la atención sobre los abusos y excesos de la campaña. Ojalá, pues, que esto se cumpla a la brevedad posible, por el bien de nuestra democracia y para evitar que la contienda no descienda al escándalo. En tanto, ante las limitaciones del PEE para imponer sanciones reales, quedan las sanciones morales del electorado. Por eso El Comercio abrirá un espacio, tanto en su edición diaria como en la página web, para difundir las decisiones que se adopten, orientadas a elevar la calidad del debate y denunciar las transgresiones de los partidos.