Dice el presidente Humala cuando habla de la política social de su gobierno: "Es el centro de mi gobierno, no la política económica" dijo ayer, mientras inauguraba la Semana de la Inclusión Social de este año; la que paradójicamente tuvo como centro a la "primera infancia".Sin embargo, y por increíble que parezca, hace un año el Estado peruano dejó de proteger a seiscientos mil niños entre cero y tres años y a setenta mil madres gestantes que vivían en la extrema pobreza en el Perú. Hasta hace un año, el Estado prevenía y combatía la desnutrición crónica a través de los puestos del ministerio de Salud de todo el país, pero en octubre pasado dejó de hacerlo.En los ministerios de la Mujer y de Salud el programa contra la desnutrición crónica se conocía como PIN, Programa Integral de Nutrición, pero la gente que se beneficiaba con sus canastas, le llamaba La Papilla. Cada mes, las mamás de estos niñitos recibían una canasta con arroz, aceite, leche, azúcar rubia, fréjol y papilla, un preparado altamente nutritivo. Todos los expertos sostienen que de nada sirve desayunar surtido, a partir de los cinco años, si durante la primera infancia se tuvo serias deficiencias nutricionales. Peor si la leche materna proviene de una madre sub-alimentada. Pasados los tres años, la desnutrición se vuelve crónica, las criaturitas ven diezmado su intelecto, difícil su aprendizaje y su rendimiento físico. Lo peor es que es imposible dar marcha atrás.Ese Programa, que se ocupaba de la edad más importante de los niños más pobres, de la etapa en que se forman sus cerebros y se define su futuro; fue anulado por la ex ministra Carolina Trivelli cuando desactivó el Pronaa. El programa contra la desnutrición infantil se operaba a través de Salud, pero era el Pronaa el que compraba los alimentos y los distribuía. En el proceso intervenían el CENAN, el brazo fiscalizador del ministerio de Salud y la DIGESA, la Dirección General de Sanidad del mismo ministerio. Pero lo hacían para certificar la calidad de los alimentos; la parte operativa era responsabilidad del Pronaa, entonces a cargo del ministerio de La Mujer.Para paliar ese vacío y sus consecuencias, el gobierno ha ordenado al ministerio de Salud que entregue vitaminas a esa población; piensa que entregando vitaminas en vez de canastas con víveres y papilla, tapará el hueco que deja su improvisación.El problema es que cuando la alimentación es precaria, la anemia acompaña a la desnutrición y sin nutrientes las vitaminas ayudan poco y hasta podrían causar vitaminosis.Para salvar sus conciencias los teóricos del MIDIS afirman que los beneficiarios de La Papilla fueron transferidos a Cuna Más, pero eso - en la práctica - es una tremenda mentira. Cuna Más no está en condiciones de atender a más de ochenta mil infantes a nivel nacional, y los beneficiarios de La Papilla eran seiscientos mil, además de las madres gestantes: Cuna Más seguramente tiene la mejor de las intenciones, pero sus costos son muy altos y su cobertura muy reducida, señala la periodista Cecilia Valenzuela.