Hace exactamente dos meses el ex presidente Alberto Fujimori, ahora conocido como el extraditable, abandonó su refugio dorado de cinco años en territorio japonés y arribó a Chile con una sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa que bordeaba entre el rictus nervioso y el gesto burlón. No era para menos. Su espectacular y sorpresiva incursión aérea a través de cuatro países (Japón, México, Perú y Chile) fue un éxito que les costó el puesto a varios funcionarios extranjeros.Y si hace dos meses un magistrado de la Corte Suprema de Chile, actuando de forma diligente y en un día no laborable para el Poder Judicial, ordenó la detención de Fujimori a pedido del Estado Peruano, ayer, dos meses después de su arribo, la historia se repitió porque el mismo juez que dispuso su arresto, Orlando Álvarez, ratificó la detención por tiempo indefinido del inculpado y abrió, de manera oficial, el proceso para repatriar a nuestro país al hombre acusado de crímenes de corrupción y de violación de derechos humanos.(Edición sábado).