A LA BAJA. La economía latinoamericana empezó el año con unas perspectivas de desaceleración ante la incertidumbre mundial. Conforme pasan los meses las proyecciones han venido reduciéndose cada vez más.Si bien muchos de los recortes de previsiones se vienen dando ante la crisis de deuda europea, algunos países también han sumado incertidumbre por factores locales, como es el caso de Brasil. La mayor economía latinoamericana apenas creció 0.6% en el primer trimestre del año, pese a las medidas de estímulo del gobierno de Dilma Rousseff, y en mayo su sector industrial se contrajo 2%. Ello ha llevado, incluso, a que se vislumbre que puede ingresar a una recesión a fines de año. A ello se ha sumado el repunte de la inflación, que llevó a un alza de la tasa de interés, y recientemente las protestas sociales, por las que se demandan mayores gastos al Gobierno.En el caso de México, la segunda mayor economía de la región, se espera que se beneficie de la recuperación estadounidense, pero esta no cobra suficiente fuerza, por eso se han reducido también las perspectivas para la economía azteca.La rebaja de previsiones se extiende además a Chile, Perú, Ecuador y Venezuela, de acuerdo a la última publicación LatinFocus, que solo aumenta sus estimaciones para Paraguay, que este año crecería 10.9%.La desaceleración en China ha traído abajo los precios de las materias primas, impactando al sector exportador en países como el Perú y Chile, y restando fuerzas a su expansión e ingresos a sus gobiernos.Pero no todas son malas noticias. Perú y Chile son los países mejor preparados para responder ante un mayor shock externo, pese a la dependencia de las materias primas. Por lo que se deberá estar atentos para tomar las medidas necesarias en el momento adecuado para contrarrestar efectos como los que remecieron los mercados hace unas semanas, cuando la Reserva Federal pareció anunciar el fin de los estímulos en EE.UU. Por el momento, ya algunos países empezaron a revertir sus políticas de compras de dólares ante la fuerte depreciación de las monedas locales, mientras la caída de los metales reducen también la llegada de inversión extranjera que se dirigía a la minería, efectos con los que países como el Perú tienen que aprender a sobrellevar.