En circunstancias normales, las declaraciones de Isaac Humala pasarían inadvertidas como una pincelada criolla y hasta surrealista. Sin embargo, dada la seriedad con que se toman sus planteamientos y los nefastos resultados prácticos de su influjo (el motín de Ollanta en Moquegua y la asonada de Antauro en Andahuaylas), hay que estar muy alertas para analizar y rechazar el extremismo arcaico, racista e intolerante que el pensamiento Humala pretende imponer en nuestro país.Además, dos de sus hijos son candidatos presidenciales y sustentan su plataforma política en la ideología del padre, si bien Ollanta la exterioriza con perfil más bajo y hasta guarda ciertas distancias. ¿Qué podemos esperar de un grupo familiar mesiánico que se cree emparentado con los incas y predestinado a gobernar el país; y que juega ideológicamente a la escopeta de dos cañones para hacerse del poder? Por un lado, postula democráticamente a elecciones y por el otro sostiene hasta un golpe de Estado. ¿Qué podemos esperar de quien promueve la agitación de masas, el asesinato de policías y el fusilamiento de quienes se oponen a su ideología? El nacionalismo y el etnocacerismo resultan así una mezcolanza ideológica mesiánica en la que cabe de todo: del mariscal Cáceres solo queda el nombre emblemático para justificar un movimiento de corte netamente fascista que pretende resucitar los métodos del nazismo. Ello apelando a la confrontación de clases, a la división entre peruanos y al repudio de las bases del sistema democrático.Se llega al absurdo de proclamar la pureza y prevalencia de la raza cobriza como depositaria del poder y por encima de los otros grupos, olvidando que el nuestro es un país mestizo por antonomasia. Así, gozarán de la ciudadanía peruana solo las personas de ascendencia 'cobriza andina'. ¿Y los cobrizos costeños? ¿ y los chinos, negros, blancos y toda esa rica mezcla que hay entre nosotros?Estamos notificados. Ya sabemos de dónde viene la absurda chanfaina ideológica de los Humala, y a dónde nos puede llevar.