El presidente Alejandro Toledo ha hecho una importante invocación a los candidatos para que esta campaña se caracterice por el juego limpio, sin golpes bajos ni zancadillas. También ha demandado un cotejo alturado de propuestas, es decir la apelación a la razón y no a la emocionalidad instintiva. Nadie, en su sano juicio, puede oponerse a estas declaraciones. Por el contrario, las saludamos y exigimos que se lleven a la práctica, en lo que corresponde responsabilidad principal al propio gobierno y al primer mandatario para actuar con imparcialidad y neutralidad.Efectivamente, luego de la tardía convocatoria a elecciones, supuestamente para transmitir propaganda gubernamental hasta el último momento, hay lugar a la suspicacia. Mucho más luego de la nefasta experiencia del régimen fujimontesinista, que utilizó inescrupulosamente el aparato gubernamental para un repudiable chantaje electoral con miras a la re-reelección.En tal contexto, hay que ser muy claros: este gobierno, que ha tenido una gestión macroeconómica positiva y otros logros destacables --como el acendrado respeto a las libertades políticas y la libre expresión--, no puede malograr esta trayectoria positiva con intervenciones indeseables en el proceso electoral.Se trata de una cuestión de principio y de realismo político.El sistema democrático exige que todos los candidatos tengan las mismas oportunidades y que el Gobierno y los árbitros sean totalmente imparciales. Eso significa que las entidades electorales tienen que dar todas las garantías de autonomía y que el Gobierno y el presidente están prohibidos de utilizar el aparato estatal --que pertenece a todos los peruanos-- para apoyar a sus candidatos.Y luego, si hay que continuar con las obras buenas de este gobierno, este debe terminar bien su gestión. Tan simple como eso pero tan trascendental para garantizar el carácter impecable y transparente de la alternancia democrática que nos merecemos todos los ciudadanos. La prensa independiente y los organismos contralores deben estar atentos.