El Perú es un país que vive de la minería. Sin ella la bonanza económica que hoy beneficia a la mayoría de peruanos no existiera. Seguiríamos viviendo a expensas del crédito internacional, endeudados hasta el cogote, y sin perro que nos ladre en los cónclaves financieros internacionales. No habría suficientes recursos para el derroche fiscal y menos para los programas sociales que hoy crecen como hongos, para tapar las fallas estructurales que aún mantiene el Estado.Estas afirmaciones, le duela a quien le duela, son certeras y sólo tienen como finalidad hacer que algunos despistados pisen tierra firme. En especial, aquellos que afirman fanfarronamente que ya es hora de dejar de exportar piedras y que sólo podemos vivir del aire, de la tierra, de la culinaria, de lo orgánico, del turismo, de los Apus y, sobre todo, del Estado.Maldición o divinidad, la minería es una herencia de nuestros ancestros que debemos saber aprovechar. De lo que hagamos o dejemos de hacer con ella, dependerá el futuro de nuestras familias. Por ello, como Estado y Nación exigimos que esta actividad sea desarrollada con una amplia y profunda responsabilidad social; que los costos que implique la extracción, procesamiento e industrialización incorporen el factor ambiental, como un seguro de vida que impida seguir rodeándonos de pasivos mortales, que sólo son frutos de la irresponsabilidad y de la angurria desbocada. Con reglas claras y sanciones ejemplares, la minería en el Perú debe ser un ejemplo para el resto del mundo. Pero como todo en la vida, hay temporadas de vacas flacas que es necesario afrontar con inteligencia y pragmatismo. Conocedores que los precios de los metales tienen sus ciclos, la apuesta sólo por la actividad minera sería irracional, por lo que la diversificación resulta siendo el complemento ideal. Y para ello es necesario invertir la renta minera en infraestructura básica (saneamiento, carreteras, energía, telecomunicación), educación, nutrición y salud. En este aspecto se corre el peligro que sólo se priorice el fierro y el cemento, y se descuide lo fundamental: el recurso humano. Esta reflexión se las planteo, atentos lectores, luego de leer las declaraciones de Eva Arias, presidenta de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE), quien en la última semana advirtió que se venía el final del "superciclo" del precio de los metales en el mercado internacional. Verdad o simple temor, lo cierto es que, tarde o temprano, este boom minero culminará y es allí que los peruanos sacaremos nuestras cuentas, si invertimos bien la renta minera en generar oportunidades de desarrollo e inclusión social o de nuevo despilfarramos nuestros recursos en más populismo y estatismo. ¿Estaremos ahorrando pan para mayo?, señala el periodista José Luis Patiño.