Un Congreso mamarrachento como el actual, que en innumerables veces ha demostrado una mediocridad espantosa y que ha tenido no pocas expresiones de corrupción, se ha dedicado en su tramo final a producir normas que, individualmente y en conjunto, constituyen una amenaza para el sentido común y la buena marcha de la economía.Estas incluyen la cuarta lista de ceses colectivos, los cambios al proyecto de ley del empleo público, la creación de la zona franca en Puno, o la aberrante decisión de exonerar a Petroperú -la principal empresa pública- del SNIP, Fonafe y Consucode, lo que en la práctica significa un cheque en blanco para el despilfarro y la corrupción. Iniciativas como estas han abundado durante este lustro gubernamental, lo que obligó al Ejecutivo a un récord en observación de leyes. Sin embargo, la temporada electoral -entendida por los congresistas como un carnaval- junto con un liderazgo profundamente mellado como el del presidente Alejandro Toledo, constituyen la combinación propicia para que el dique de contención a la insensatez sea perforado sin remedio. Por lo demás, el propio jefe de Estado se encargó durante los últimos meses de arengar el cargamontón, por ejemplo, cuando la ha emprendido en contra del SNIP.Estas iniciativas, a las que seguramente se sumarán muchas más durante el final del Congreso actual, pueden ser la antesala de lo que haría el siguiente Parlamento. Por ello, estas decisiones deben ser criticadas con dureza, a pesar de que esto pueda molestar a algunos congresistas.En este contexto, sorprende que un congresista usualmente sensato como Antero Flores-Araóz, haya lanzado una iniciativa peligrosa -aplaudida por la mayoría de sus colegas- que podría acabar 'regulando' columnas de opinión periodística como esta.Antes de que ello ocurra, aprovecho la generosa 'libertad' que todavía nos concede el Congreso para reiterar que, con muchas de sus actitudes, y con honrosas excepciones, esta institución crucial del Estado se comporta de un modo que sigue mereciendo los calificativos de mediocre y, también, de corrupto, señala el director de Perú 21, Augusto Álvarez Rodrich.